OPINIÓN
Una reflexión: Entre amigo y formador ¡feliz día papa!

Educación, por Isabel Venegas //
El pensamiento de la equidad de género y la lucha por el respeto a los derechos humanos, deben de estar orientados tanto por la obligatoriedad de la libertad a los accesos, como por la vigilancia al cumplimiento en términos de responsabilidades en las tareas que a cada uno le competen, máxime cuando se trata a su vez de los derechos y la construcción de nuevas generaciones.
El día de la madre se celebra con una algarabía sin medida, hasta las empresas y los servicios públicos saben de las implicaciones de esas ceremonias, pero ¿qué pasa con la celebración del día del padre? Dejar de romantizar el amor maternal para redimensionar el amor paterno también es una tarea que demanda serias reflexiones en la época moderna.
Un claro ejemplo lo vimos en el ámbito de educación, cuando durante la pandemia las instituciones se preocuparon por habilitar dispositivos como el “trabajo en casa” para las mamás dado que sus pequeños hijos necesitaban de ellas para la vigilancia de sus tareas y la asistencia educativa en cuanto al seguimiento de las explicaciones; habría que investigar cuántos padres fueron “beneficiados” con este tipo de ayudas, y cuántos (teniendo la oportunidad) se comprometieron en términos de acompañamiento y apoyo a sus niños.
Los comportamientos sociológicos que se van desarrollando en nuestras comunidades tienen un componente por el determinismo individual, así como una gran carga de programación por la estructura social; el papel que se ha ido configurando en los padres de las sociedades contemporáneas va ligado con la amistad más que la tutela, la orientación y la formación. Vinculado a la teoría del filósofo Byung-Chul Han que dice que las conductas se basan en un miedo al dolor, en evitar a toda costa lo que cause conflicto y exponga el reto de la discusión, se entiende que ahora más allá de abordar los temas difíciles mejor se pase a la chacotera y la comparsa.
La algofobia es el miedo a sufrir, significa tener muy baja tolerancia al dolor e implica vivir en una anestesia permanente, en algo que el filósofo define como la “Sociedad paliativa” y que tiene mucho que ver con la falta de compromiso a tareas complicadas como la de la formación de los hijos. Ser papá no es solamente ser amigo, es ocupar el único lugar en el mundo en el que ambas cosas se concilian sin perder la dimensión del enorme compromiso que se tiene entre las manos: guiar a un ser humano hacia la reflexión de sí mismo, orientar con cariño, estar ahí en las buenas y en las malas, ser un soporte y un formador.
Durante esta pandemia pudimos observar un balance negativo en términos del seguimiento escolar, de las excusas con las que los papás se acercan a los departamentos de control escolar para tratar de negociar una calificación que están conscientes, no representa ni el avance, ni el esfuerzo, ni el conocimiento adquirido, pero que bajo las prebendas que ofrece esta situación, asegura el pase al siguiente grado… ¡Ya luego veremos cómo le hacemos para recuperar!
Y es cierto, lo primero fue resguardar la vida, para muchos el segundo lugar lo ocupó la tarea de superar el hambre y la carestía a falta de trabajo y dinero, o de sobrellevar la pérdida de un ser querido y los procesos médicos de tratamientos caros y complicados; muy al final quedan las tareas de física, historia o matemáticas,… ya nos encontraremos para retomar con mucho ánimo esos temas; sin embargo no todos estuvieron ahí, hay una cantidad muy importante de estudiantes que no tuvieron pérdidas emocionales, físicas o materiales, pero cuyos papás no supieron orientar o “empujar” a tomar una disciplina y un autocontrol para aprovechar sus talentos y transformar las circunstancias.
Hoy obliga una reflexión hacia el concepto que hemos construido de “papá”; revisar la idea reducida a las funciones de proveedor material para lo cual solo se debe cumplir con el pago de la manutención, y en el mejor de los casos, con la presencia física, con estar. Un padre debiera acompañar emocionalmente a sus hijos, debe conectar con ellos a través de su mirada, identificar las áreas de oportunidad para su realización personal y empujar sus sueños y anhelos porque a través del diálogo los conoce, sabe de qué se tratan y cómo puede apoyar.
Buenos padres, papás que están ahí para proteger –tanto como una mamá-, son los que forman lazos y vínculos sociales sanos, equilibrio emocional que brinda el reconocimiento del valor que cada uno aporta en la formación de unas alas que deben tener tanto defectos como virtudes, pero que en cuyo reconocimiento está el más alto valor de la autoconcepción.
Un papá es un ser especial, que no resta de ser amigo pero que no reduce su ser a eso. Es un formador, guía y tutor, es quien debe proporcionar coherencia en sus hijos de modo que se sientan capaces de superar los desafíos de la vida con las herramientas que habilita una formación con un núcleo familiar, un desarrollo que localiza el punto en el que la honestidad va más allá de la sensación de quedar bien y no sufrir.
Tendremos amigos a lo largo de nuestra vida, en muchos lados, de muchos tipos, pero un papá o una mamá solo habrá –tal vez- alguna oportunidad en la vida. La relación que se construye con ellos es única, mantiene la verticalidad y la horizontalidad al mismo tiempo, reconoce la autoridad a pesar de la flexibilidad y la comprensión, establece límites y supone organización sin dejar de lado la motivación constante y la evaluación en positivo.
¡Muchas felicidades a todos los padres que hoy se reconocen en ese proceso de mejora! Nadie tuvimos un manual de cómo hacerlo, pero estamos juntos para seguirnos reflexionando como comunidad -como unidad en común- para encontrar los espacios en los que podemos corregir con ganas de ser cada día más plenos. Muchas felicidades también a todas las mamás que han hecho el enorme esfuerzo por suplir la ausencia; tarea que demanda mucho más esfuerzo, pero que demuestra el amor que va más allá de la regla y la excepción.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa_venegas@hotmail.com
JALISCO
Operación a corazón abierto para rescatar al SIAPA

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
El abastecimiento de agua en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) podría convertirse en uno de los principales dolores de cabeza del gobernador Pablo Lemus en su primer año de gestión. Contra lo que aseguró Enrique Alfaro al finalizar su mandato, el abasto de agua no está resuelto para los próximos 50 años, como él afirmó con su habitual grandilocuencia, completamente alejada de la realidad.
Los 3 metros cúbicos por segundo que, según el exgobernador, llegarían de la presa El Zapotillo, simplemente no se han materializado. ¿La razón? No hay una explicación clara. Podría deberse a las obras de interconexión con el sistema de distribución del SIAPA, lo cual sería comprensible, pero las autoridades no lo han aclarado con transparencia.
El panorama se torna entre gris y negro para esta temporada de verano, cuyos calores ya se sienten en abril. Decenas de colonias sufren desabasto, y ni siquiera hablemos del agua achocolatada, dañina para la salud, que sale de las tuberías operadas por el SIAPA.
Pablo Lemus heredó un SIAPA quebrado que necesita ser rescatado, con una cartera vencida superior a los 10,000 millones de pesos y una deuda que lo asfixia, fruto del manejo irresponsable del gobierno de Alfaro. Durante su administración, las tarifas del agua no se ajustaron, una decisión unilateral que agravó la crisis financiera del organismo. Ahora, Lemus enfrenta el desafío de sanear al SIAPA, y su primer gran desgaste político será implementar el aumento del 12.5% en las tarifas, una medida crucial para evitar el colapso total del organismo, que requiere una intervención urgente, equivalente a una operación a corazón abierto.
Los compromisos de Pablo y Verónica
En sus campañas por la gubernatura y la alcaldía de Guadalajara, tanto Pablo Lemus como Verónica Delgadillo asumieron compromisos contundentes en materia de infraestructura hídrica. En una ZMG donde el 40% del agua se pierde por fugas y el SIAPA arrastra una deuda de 17,900 millones de pesos, Delgadillo, entonces candidata de Movimiento Ciudadano, puso el dedo en la llaga durante el primer debate organizado por Quiero TV.
Su propuesta consiste en invertir 8,500 millones de pesos para renovar el 22% de las tuberías obsoletas de la ciudad, unos 550 kilómetros de los 2,500 totales, y así comenzar a resolver el problema de las fugas y la calidad del agua que llega a los hogares tapatíos. Es un compromiso técnico y necesario, pero también un desafío político: ¿está Guadalajara lista para priorizar el agua sobre proyectos que “dan votos”?
La crisis hídrica en Jalisco no es nueva, pero su manejo ha sido desastroso. Durante 30 años, desde el gobierno de Guillermo Cosío, se habló de traer agua del Río Verde para la ZMG. Proyectos como Arcediano y El Zapotillo prometieron hasta 8 metros cúbicos por segundo, pero tras décadas de politiquería, conflictos sociales y corrupción, ni siquiera se alcanzan los 3 metros cúbicos anunciados.
En contrasentido, se han invertido decenas de miles de millones de pesos en proyectos fallidos; se estima que el costo del Zapotillo podría superar los 71,000 millones de pesos, un verdadero monumento al despilfarro.
Mientras tanto, las tuberías de Guadalajara, con más de 50 años de antigüedad, pierden más agua de la que el Zapotillo podría aportar. Delgadillo, como candidata, propuso un plan a mediano y largo plazo, que podría tomar 12 o 15 años, para renovar gradualmente la red y minimizar las afectaciones a los usuarios. Es una apuesta responsable, pero poco atractiva electoralmente: las tuberías están enterradas, no se ven ni generan fotos espectaculares como patrullas o motos.
La irresponsabilidad histórica de las autoridades es evidente. Los expresidentes municipales de Guadalajara evitaron este problema porque “no da votos”. Prefirieron obras visibles a soluciones estructurales, dejando que el SIAPA se convirtiera en un desastre financiero y operativo. En 2024, el organismo enfrentaba una deuda de 17,900 millones de pesos, triplicada durante el gobierno de Alfaro.
La politización del SIAPA ha sido letal: en ese sexenio, se designó a personas sin experiencia técnica, y la falta de autonomía municipal lo convirtió en una agencia de colocaciones políticas. El resultado es un agua de color chocolate que indigna a los tapatíos y cortes de suministro como los de Tlaquepaque en marzo de 2025.
La propuesta de Delgadillo, que Lemus también planteó como candidato, ahora enfrenta retos como autoridad. Los 8,500 millones de pesos son una inversión inicial significativa, pero el presupuesto municipal de Guadalajara (15,000 millones en 2024) está limitado por otras prioridades, como la recolección de basura, que ya le cuesta a Delgadillo 600 millones en camiones recolectores.
Además, la resistencia ciudadana al ajuste tarifario del 12.5%, propuesto en abril de 2025, podría complicar el financiamiento. Expertos como Arturo Gleason, de la UdeG, sugieren alternativas sostenibles, como captar agua de lluvia, que podría aportar 5.4 metros cúbicos por segundo, casi el doble de lo que ofrece el Zapotillo, pero esto no es viable a corto plazo.
El presupuesto del Ayuntamiento de Guadalajara es muy limitado, habrá que ver de esa inversión de 8 mil 500 millones de pesos que canalizará el gobierno de Jalisco, qué porcentaje se destinarán para renovar las obsoletas tuberías de Guadalajara.
Ante la realidad que vivimos con un SIAPA en bancarrota que están buscando la fórmula para rescatarlo, se ve muy complicado que la promesa de campaña de Verónica Delgadillo la pueda cumplir, al menos en este primer año, además del costo que significa abrir las calles de la ciudad, por los efectos que tiene en la vialidad.
El agua en Jalisco ha sido rehén de la mala política. Mientras actores de todos los colores usaron el tema para sacar raja electoral, la ZMG, con 5.26 millones de habitantes, sigue al borde del colapso hídrico. La propuesta de Delgadillo, hoy alcaldesa, es un primer paso, pero requiere continuidad, voluntad política y un SIAPA rescatado de la politiquería.
Si no se actúa con seriedad, en los próximos años estaremos lamentando no haber enterrado esas tuberías cuando aún había tiempo. Guadalajara merece más que promesas: merece agua.
ENTREVISTAS
AMBU y Félix Gastélum prometen revitalizar el Parque Metropolitano: El compromiso es plantar mil árboles al año

Por Francisco Junco //
Tras años de abandono que costaron la muerte de 1,000 árboles anuales, el Parque Metropolitano de Guadalajara será transformado, anunció Jesús Alejandro Félix Gastélum, CEO de la Agencia Metropolitana de Bosques Urbanos (AMBU).
Entre las acciones clave están reactivar la planta de tratamiento, reubicar a los patos del lago artificial y reforestar con 1,000 árboles este año, buscando devolver al parque su función ecológica y su esplendor para los 3 millones de visitantes que recibe anualmente.
Félix Gastélum, quien asumió el cargo en diciembre de 2024 con la nueva administración estatal que encabeza el gobernador Pablo Lemus, explicó a Conciencia Pública que el deterioro del Parque Metropolitano comenzó hace 15 años con una decisión institucional: convertir el lago del parque, diseñado para almacenar agua tratada y regar árboles, en un hábitat artificial para patos. “Fue un error catastrófico. Clausuraron la planta de tratamiento, introdujeron patos y el agua dejó de tratarse”, lamentó. Esto provocó la pérdida de un recurso vital para el riego, causando la muerte de mil árboles al año por falta de agua.
A pesar de los esfuerzos de AMBU, que ha plantado entre 600 y 700 árboles anuales, la pérdida de biomasa ha sido constante. Para revertirlo, Félix Gastélum anunció la llegada de 1,000 árboles en 2025: 400 de Verde Valle y 600 del jardín botánico de la Comisión Estatal del Agua.
Además, se trabaja en reactivar la planta de tratamiento. “Ya la están diagnosticando. Una vez operativa, volveremos a regar los árboles y recuperaremos el equilibrio ecológico del parque”, afirmó.
RESPONDE A CRÍTICAS SOBRE EL LAGO DE LOS PATOS
Apenas dos meses atrás, en marzo, una investigación de Conciencia Pública revelaba el abandono del parque, especialmente del llamado Lago de los Patos, convertido en un hábitat improvisado y poco adecuado para especies no nativas. Hoy, el funcionario reconoce los problemas, pero también presenta acciones puntuales para su resolución.
“El Parque Metropolitano es nuestro parque con mayor afluencia, tenemos aproximadamente 3 millones de asistentes al año”, contextualizó Félix Gastelum, y pese a ello, admitió que derivado de la falta de riego que ha tenido estos años, aproximadamente se le han muerto mil árboles al año al Parque Metropolitano.
El Lago de los Patos, foco de críticas vecinales por su abandono, también será intervenido. Félix Gastélum reconoció que los patos domésticos actuales sufren por la falta de un espacio adecuado. “No tienen dónde descansar, se acumulan en las orillas y se lastiman. Buscaremos patrocinadores para construir una laguna digna donde puedan caminar e interactuar con los visitantes”, explicó. Aseguró que no han registrado decesos de patos desde 2023 y que su alimentación está certificada, pero enfatizó que “los árboles también merecen cuidados especiales”.
Otro problema crítico es la sobrepoblación de tilapia, una especie exótica introducida hace años por una asociación civil para pesca deportiva. Félix Gastélum aclaró que los aireadores del lago, encontrados descompuestos en 2024, ya funcionan, mejorando la calidad del agua. Sin embargo, planean desazolvar el lago, que acumula 60 cm de lodo, y reintroducir peces nativos en peligro, siguiendo recomendaciones de Semarnat, en lugar de mantener especies invasoras como la tilapia.
DISPUESTO A DIALOGAR CON VECINOS
En respuesta a las denuncias vecinales de falta de atención, Félix Gastélum mostró apertura. “Es falso que no los atendamos. Estamos siempre disponibles en AMBU, y pueden escribirnos a administradorbosques@bosquesurbanos.mx. Respondemos a todos”, aseguró. Incluso invitó a los inconformes a participar en el diseño del nuevo espacio para los patos, buscando una solución colaborativa.
El titular de AMBU recalcó que “si alguien quiere tener un recorrido conmigo, recibirnos y dar información… podemos con muchísimo gusto escuchar también si tuvieran alguna sugerencia”.
El plan incluye mejoras adicionales, como iluminar el Anillo de la Jacaranda, una zona popular entre corredores que carece de seguridad nocturna. Aunque AMBU enfrenta retos financieros, Félix Gastélum confía en que los patrocinadores y la reactivación de la planta de tratamiento permitirán cumplir las metas.
Con estos anuncios, Pedro González Cruz, aquel vecino que hace dos meses protagonizaba la investigación periodística, señalando el deterioro del Metropolitano, podrá, volver a amarrarse las cintas de los tenis para tener al fin la tranquilidad de que el lugar donde corre cada mañana, estará por mejorar muchísimo, según anunció Félix Gastelum.
El Parque Metropolitano: Un rescate urgente para Guadalajara
Por Gabriel Ibarra Bourjac //
El Parque Metropolitano de Guadalajara, ese pulmón verde que recibe a 3 millones de visitantes cada año, ha sido durante demasiado tiempo un símbolo de abandono. La noticia de que la Agencia Metropolitana de Bosques Urbanos (AMBU), bajo la dirección de Jesús Alejandro Félix Gastélum, planea revitalizarlo es un rayo de esperanza en un paisaje que, literalmente, se marchita.
Pero más allá de las promesas, este anuncio nos invita a reflexionar: ¿puede un parque emblemático como este recuperar su esplendor tras 15 años de decisiones erradas? ¿Y qué nos dice este deterioro sobre nuestra relación con los espacios públicos en Jalisco?
Félix Gastélum, quien asumió el cargo en diciembre de 2024, no rehuyó señalar al culpable: una decisión tomada hace 15 años de clausurar la planta de tratamiento del parque para convertir su lago en un hábitat artificial para patos domésticos. El resultado fue catastrófico: el agua dejó de tratarse, el riego de los árboles se interrumpió y, según AMBU, 1,000 árboles han muerto cada año por esta negligencia.
La muerte de mil árboles al año es un dato que duele. El Parque Metropolitano no es solo un lugar de esparcimiento; es un ecosistema vital para Guadalajara, una ciudad que batalla contra la contaminación y el cambio climático. Perder 1,000 árboles al año no es solo una estadística: es una pérdida de oxígeno, sombra y vida para una metrópoli que los necesita desesperadamente.
El plan de AMBU parece sólido sobre el papel. Reactivar la planta de tratamiento para volver a regar los árboles, reforestar con 1,000 nuevos ejemplares este año (400 de Verde Valle y 600 del jardín botánico de la Comisión Estatal del Agua), y reubicar a los patos en una laguna adecuada son pasos en la dirección correcta.
Félix Gastélum también anunció la introducción de peces nativos en peligro, en lugar de mantener especies exóticas como la tilapia, que actualmente sobrepoblan el lago y contribuyen a su deterioro. Desazolvar el lago, con sus 60 cm de lodo acumulado, y mejorar la seguridad nocturna en el Anillo de la Jacaranda completan un proyecto ambicioso. Pero la pregunta persiste: ¿será suficiente?
No podemos ignorar el contexto. Durante años, los vecinos de Guadalajara han denunciado el abandono del parque. En marzo, Conciencia Pública publicó una investigación que revelaba el estado deplorable del Lago de los Patos: un hábitat insalubre para los animales, peces muertos por falta de oxígeno, y un espacio que, lejos de ser un atractivo, se había convertido en un foco de frustración.
Félix Gastélum asegura que AMBU está abierta al diálogo, invitando a los inconformes a participar en el diseño del nuevo espacio para los patos e incluso proporcionando un correo para sugerencias (administradorbosques@bosquesurbanos.mx). Es un gesto loable, pero llega tarde para quienes han visto cómo su parque favorito se desmorona mientras las autoridades miraban hacia otro lado.
El deterioro del Parque Metropolitano no es un problema aislado; es un síntoma de un mal mayor en Jalisco: la falta de visión a largo plazo en la gestión de los espacios públicos. Hace 15 años, alguien pensó que introducir patos y clausurar una planta de tratamiento era una buena idea, priorizando la estética sobre la ecología. Fue un error que nos costó caro, y hoy pagamos las consecuencias.
Bajo la gestión de Pablo Lemus como gobernador, Jalisco ha apostado por el desarrollo económico, atrayendo inversiones millonarias y consolidando al estado como líder en industrias como la electrónica (con el 70% de la producción nacional de semiconductores, según Lemus). Pero, ¿de qué sirve ser un «oasis de inversiones» si nuestros espacios verdes, los que sostienen la calidad de vida de los jaliscienses, se marchitan?
El rescate del Parque Metropolitano también enfrenta retos prácticos. AMBU admite que carece de recursos para construir nuevas infraestructuras, como la laguna para los patos, y depende de patrocinadores para financiar estas obras. En un estado donde la seguridad y la educación acaparan el presupuesto, ¿cómo garantizar que este proyecto no quede en buenas intenciones?
Además, la reforestación de 1,000 árboles este año es un avance, pero no compensa los 15,000 que se han perdido en la última década. Y aunque la reactivación de la planta de tratamiento es crucial, Félix Gastélum no ofreció plazos específicos, lo que genera incertidumbre.
Sin embargo, hay razones para el optimismo. La disposición de AMBU a reintroducir especies nativas y a priorizar la ecología sobre la estética refleja un cambio de mentalidad. La apertura al diálogo con los ciudadanos, aunque tardía, es un paso hacia una gestión más participativa. Y el reconocimiento de los errores del pasado, algo poco común en la política mexicana, sugiere un compromiso genuino con la mejora.
El Parque Metropolitano no es solo un espacio para correr o pasear; es un legado para las futuras generaciones de Guadalajara. Vecinos como Pedro González Cruz, quien hace dos meses denunció su abandono, merecen recuperar ese lugar donde sus hijos puedan jugar y sus familias respirar aire limpio.
Pero este rescate no puede ser solo tarea de AMBU. Como sociedad, debemos exigir que nuestros espacios públicos sean tratados con el respeto que merecen, y participar activamente en su cuidado.
Si Félix Gastélum cumple su promesa, y si los jaliscienses nos involucramos, el Parque Metropolitano puede volver a ser el orgullo de nuestra ciudad. Es hora de pasar de las promesas a los hechos. ¿Estamos listos para hacer nuestra parte?
NACIONALES
Clima de guerra en Michoacán: Veinte camiones quemados y un país incendiado

Cónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
En un país donde la costumbre pesa más que la sorpresa, el pasado 23 de abril volvió a suceder lo de siempre: bloqueos, fuego, miedo. Sucedieron allí donde Michoacán, Guanajuato y Jalisco se tocan como heridas abiertas: veinte bloqueos, decenas de tráileres incendiados, carreteras clausuradas bajo columnas de humo.
El primer relato oficial -ese que se enuncia como verdad mientras dura la mentira- habló de un operativo exitoso: la captura de un «objetivo criminal» en Jalisco.
La consecuencia, dijeron, fue la reacción airada de los grupos armados. Pero como suele pasar en este país, no había pasado un día cuando la versión cambió. Claudia Sheinbaum, la presidenta que predica transparencia como quien ofrece espejos rotos, negó que hubiera detenciones: «Fue un pleito entre grupos», dijo, en su matinal confesionario político.
Los datos -esos otros huérfanos del poder- se fueron acumulando como autos calcinados: 26 municipios de Michoacán bajo ataque, dos en Guanajuato, uno en Jalisco; camiones robados e incendiados; carreteras tomadas como botín de guerra.
Todo por un enfrentamiento de criminales, explicaron más tarde. Todo por lo que no quieren o no pueden controlar.
¿Quién tiene la verdad? Nadie lo sabe. O peor, todos la administran. El primer reflejo de los gobiernos estatales fue echarle la culpa a un operativo, el federal, por desacreditar esa explicación. Las políticas públicas reducidas a comunicados apresurados, a desmentidos, a promesas de investigación que nadie termina.
Mientras tanto, las empresas, conscientes de su vulnerabilidad, suspendieron servicios. Estafeta dejó de operar en Michoacán, no para proteger paquetes, sino para ofrecer a sus empleados como carne de estadística. “Reanudaremos cuando el clima lo permita”, dijeron. No hablaban del clima meteorológico, hablaban del otro, el único verdadero, el clima de guerra.
Porque Michoacán -lo sabemos, lo repetimos, lo olvidamos- es hoy más laboratorio que estado: puerto de entrada de precursores, exportador de metanfetaminas, mercado de extorsión, santuario de sosa cáustica, fentanilo y acero robado.
Allí donde alguna vez se sembraba maíz, ahora se cosecha miedo. Los cárteles -Jalisco Nueva Generación, Viagras, Nueva Familia, Caballeros Templarios, Familia Michoacana- se disputan hectáreas de pánico como quien pelea parcelas de sol.
El Estado mexicano, ese enfermo crónico, responde como siempre: con despliegues reactivos, con comunicados que prometen investigar, con la eterna apelación a la «coordinación interinstitucional». Es decir: no responde.
Lo más triste no fue ver camiones en llamas, ni las carreteras cerradas, ni siquiera los reportes de “sin heridos”, como si la vida humana se pudiera contabilizar solo en cuerpos rotos. Lo más triste fue escuchar la misma música de siempre, operativos reactivos, declaraciones cruzadas, silencios convenientes.
Se abrió un nuevo frente de guerra para la fuerza interinstitucional federal que encabeza Omar García Harfurch, ¡un frente más!, como si el país tuviera reservas inagotables de soldados, de jueces, de fiscales incorruptibles. Como si el ánimo de los ciudadanos fuera una cuenta bancaria siempre dispuesta a financiar nuevas tragedias.
A la manera de una maldición autoinfligida, Michoacán lleva años ardiendo en guerras de baja intensidad que de tan constantes ya no conmueven. Sólo son noticia cuando se cierran las carreteras, cuando el fuego es demasiado visible, cuando el miedo, que es cotidiano, se vuelve noticia.
Mientras, los cárteles siguen haciendo lo que saben hacer: controlar. Controlan rutas de aguacate y limón, controlan el hierro que se extrae y se trafica, controlan la paz relativa que puede alquilarse o cancelarse a voluntad, controlan, sobre todo, la esperanza, esa mercancía más escasa que el agua limpia o la seguridad.
La narrativa oficial insiste en que “ya se investiga”, en que “no habrá impunidad”, en que “se reforzará la presencia de la Guardia Nacional”. Pero los que vieron sus camiones arder saben que eso significa poco. Los que pasaron la noche varados entre barricadas improvisadas, saben que lo importante no es cuántos soldados más lleguen, sino cuándo – y si algún día – terminará esta guerra sin nombre.
Porque eso es lo que nadie quiere decir con todas sus letras: vivimos en guerra.
No declarada, no oficial, pero real. Una guerra sin frentes claros, sin tratados posibles, donde la vida civil está siempre en el límite, siempre al borde de ser daño colateral. La atención del gobierno federal sobre Michoacán, nos dicen, está basada en mapas criminógenos, en inteligencia militar, en reportes de laboratorio de drogas desmantelados.
Y, sin embargo, la geografía del miedo sigue creciendo. Tal vez el único mapa verdadero sea otro: el que dibujan las rutas donde ya no se puede pasar sin temer, las ciudades donde el silencio es la norma, los campos donde la cosecha ya no es alimento, sino pretexto para el chantaje.
Al final, los nombres cambian: Apatzingán hoy, Zamora mañana, Lázaro Cárdenas, el mes que viene. Pero la música es la misma: tiros, humo, comunicados, olvido. Y nosotros, pasajeros observadores en este tren sin frenos, seguimos contando los días, midiendo las distancias entre cada catástrofe, soñando, tal vez, con un país donde la noticia no sea que ardieron veinte camiones, sino que, por fin, no ardió ninguno.
En X: @DEPACHECOS
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