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MUNDO

El coronavirus chino se extiende por el mundo: Desata emergencia internacional de primer orden

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Por Francisco Herranz (Sputnik Mundo)

Eso de que la realidad copia a la ficción ya no es una falacia. Una novela de suspenso titulada ‘The Eyes of Darkness’ (Los Ojos de la Oscuridad), editada en 1981 y escrita por el estadounidense Dean R.Koontz, ya hablaba entonces de un virus llamado ‘Wuhan-400’ que transmitía una neumonía muy contagiosa y que se había originado en esa ciudad china.

Si echamos un vistazo a la obra en inglés, veremos que el autor «presagiaba» incluso que la epidemia ocurriría en 2020. Increíble.

Por desgracia, el alcance de la neumonía causada por el nuevo coronavirus y bautizada como COVID-19 no es el argumento de ningún libro. Es real. La infección surgió en territorio chino hace un mes y ya se ha extendido por algunos estados de Asia, Europa y América del Norte. En total son más de 30 los países afectados. El riesgo de una pandemia resulta evidente.

En China ya han muerto más de 2.660 personas y hay más de 77.650 contagiados (el 97% del total mundial), pero también es cierto que 24.700 pacientes han sido dados de alta allí. Otros casos se han producido en Corea del Sur, en el crucero Diamond Princess que estuvo amarrado y en cuarentena dos semanas en el puerto japonés de Yokohama y en Italia. El virus ha saltado de continente y amenaza a todo el planeta.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado la crisis de «emergencia internacional de primer orden», pero no la ha catalogado como pandemia, por el momento, pues eso implicaría la adopción de medidas de control sanitario muy severas entre países, que podrían incluir el cierre de fronteras y el freno de la actividad comercial, fomentando así una recesión mundial.

Los efectos económicos serán adversos indudablemente pero todavía no son cuantificables. El escenario ha cambiado rápidamente en pocos días. Se ha pasado de contemplar cómo los casos en China parecían contenerse e incluso descender y cómo en el resto del mundo los contagios eran escasísimos a ver ahora brotes descontrolados en Italia, Corea del Sur e Irán. La OMS teme que el COVID-19 pueda llegar a África, donde el sistema sanitario es más deficiente, no por la menor calidad de sus médicos sino por la falta de recursos materiales. El virus tampoco ha alcanzado (todavía) a Latinoamérica.

CHINA EN EL CENTRO DEL PROBLEMA

La situación es «sombría y compleja», admitió el presidente chino, Xi Jinping, en el transcurso de una videoconferencia celebrada el 23 de febrero en la que participaron 170.000 cargos, desde los 200 miembros del Comité Central hasta los funcionarios del Partido Comunista a nivel comarcal. Xi subrayó que la emergencia sanitaria es la más grave que sufre el país desde 1949, es decir, desde la fundación de la República Popular China.

China ha logrado un progreso excepcional en la construcción en un tiempo récord —¡10 días!— de dos hospitales de emergencia en Wuhan, en la provincia de Hubei, epicentro del brote de coronavirus reportado. Según las autoridades chinas, el hospital Huoshenshan, de 1.000 camas, y el hospital Leishenshan, de 1.600 camas, fueron levantados siguiendo el modelo del hospital Xiaotangshan, una instalación temporal construida en Pekín para tratar el brote de otro coronavirus, el SARS, en 2003. A partir del 2 de febrero, China ha establecido 13 hospitales de campaña, ha enviado a Wuhan a más de 8.000 médicos y personal sanitario desde otros puntos del país y se ha gastado más de 5.400 millones de yuanes (alrededor de 800 millones de dólares) en atajar la epidemia.

La construcción a toda velocidad de estos dos centros hospitalarios representa el signo más visible de la extrema urgencia que supone esta crisis para el Gobierno chino, capaz de una impresionante movilización nacional desde arriba hacia abajo. La actividad económica está allí casi paralizada tras la imposición de una serie de duras pero necesarias medidas de cuarentena adoptadas a partir del 23 de enero, al inicio de las fiestas del Año Nuevo Chino, lo que supuso aislar ciudades enteras en la provincia de Hubei, afectando a cientos de millones de personas.

Existen ciertos motivos para el optimismo, basados en algunos detalles médicos y científicos. Primero, no ha habido una mutación significativa del coronavirus, según los datos recogidos en 104 secuencias de genes. Esa información la avala la Misión Conjunta China/OMS. También se ha sabido que se ha creado el primer mapa en tres dimensiones a escala atómica del virus, parte clave para el desarrollo de una vacuna y de un tratamiento eficaz.

La empresa farmacéutica Moderna ya ha elaborado una vacuna experimental que a finales de abril empezará su fase de ensayo clínico entre personas sanas. Quedan pues semanas sino meses hasta que se encuentre una cura. En Italia, donde hay más de 280 contagiados y hasta siete fallecidos, los médicos ya están empleando terapias experimentales, un cóctel de retrovirales que incluye algunos fármacos prescritos para combatir el VIH.

Según la Revista China de Epidemiología, el índice de mortalidad del coronavirus sólo supera el 1% en personas mayores de 50 años. El COVID-19 es más mortífero cuanta más edad tiene el enfermo, quien normalmente sufre otras patologías anteriores. Una buena noticia es que la situación no se ha descontrolado en Wuhan, que el tiempo de recuperación oscila entre las dos semanas de los pacientes más leves a las entre tres y seis de los más graves.

MUCHOS MEDIOS

Otro elemento que subyace en este delicado asunto es la histeria colectiva. Este sentimiento incontrolado logró que se cancelara el Mobile World Congress de Barcelona, el más importante del mundo del sector de los teléfonos móviles, previsto del 24 al 27 de febrero. O que cundiera el pánico en la Lombardía italiana y la gente corriera a los supermercados tras conocerse que allí se habían producido varias infecciones y era preciso aislar a 50.000 personas.

Los medios de comunicación tienen la enorme responsabilidad de no alarmar a la población e informar con serenidad y objetividad sin buscar la complacencia ni el sensacionalismo fácil y barato. Por ejemplo, una buena idea sería comparar el porcentaje de muertes que provoca este maldito coronavirus con el de la gripe común. Esas cifras ofrecerían una visión más realista de los hechos.

(*) Cortesía de Sputnik Mundo

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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MUNDO

Rechaza ser deportado Hernán Bermúdez Requena de Paraguay

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Por Francisco Junco

Hernán Bermúdez Requena, el ex secretario de Seguridad Pública, nombrado por el entonces Gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, ahora senador de la República, rechazó ser extraditado a México.

Durante la audiencia inicial, donde un juez dictó prisión preventiva, se le ofreció la extradición voluntaria, pero Bermúdez Requena, presunto líder del cartel de “La Barredora”, no aceptó.

Ahora se iniciará un proceso ordinario, que podría tardar hasta 60 días, en tanto, Bermúdez Requena, continuará bajo la custodia de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay.

En tanto, en México se informó que la Fiscalía General de la República ya presentó la solicitud de extradición contra Hernán Bermúdez Requena al gobierno guaraní.

“El Abuelo” o “El Comandante H”, como se le conoce al exfuncionario del gobierno del morenista Adán Augusto López en Tabasco, e identificado como el presunto líder del Cártel de “La Barredora”, fue detenido la madrugada del sábado, en Paraguay, en una residencia ubicada en la zona exclusiva de Marino Roque Alonso, donde permanecía escondido.

Este fin de semana, el presidente Santiago Peña, dio a conocer, en un pequeño video de 45 segundos, cómo fue el arresto de Bermúdez Requena.

En las imágenes, primero se ven aspectos de la residencia, se ve cómo las fuerzas especiales, revisaron la finca y derribaron la puerta, suben una escalera y someten a ex secretario de seguridad, lo encañonaron y lo tiraron al suelo, donde lo tenían sometido, bocabajo y un elemento le pone un pie en la espalda.

Después, el presunto líder de La Barredora, quien cuenta con una ficha roja activa de la Interpol, aparece sentado en un sillón con ropa deportiva, pelo más largo y canoso, barba larga.

Cuenta con una orden de captura en México por asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés.

En el video, se muestra que en la residencia, donde permanecía escondido, había fajos de dólares y guaraníes, moneda uruguaya, así como joyas, tarjetas bancarias, identificaciones y una camioneta de alta gama.

Manuel Doltane, titular de Asuntos Internacionales de la Fiscalía de Paraguay, reveló que Bermúdez, entró de manera ilegal al país.

Y es que en febrero de este año, después de hacer pública la orden de aprehensión en su contra, el ex funcionario estatal huyó del país.

De acuerdo con las autoridades, viajó primero a Panamá, después a España, más tarde a Brasil, para terminar en Paraguay.

En medios locales del país sudamericano, como el diario ABC, informaron que la detención del ex funcionario de Adán Augusto López, se logró, gracias a que en el mes de julio se detuvo a Gerardo Bermúdez Arreola, sobrino del presunto líder de “La Barredora”.

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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MUNDO

Tolerancia en tiempos de algoritmos

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– Opinión, por Miguel Anaya

¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.

En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.

¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.

El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.

He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).

La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.

Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.

La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.

El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.

Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.

Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.

En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.

El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.

Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.

Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.

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MUNDO

De espectador a jugador: El Plan México y los nuevos aranceles

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– A título personal, por Armando Morquecho Camacho

En la historia de la política internacional, las decisiones económicas suelen asemejarse a partidas de ajedrez: cada movimiento no solo busca ganar terreno en el presente, sino también anticipar jugadas futuras que podrían definir la victoria o la derrota.

México, con el anuncio de aranceles de hasta un 50% a productos provenientes de países sin acuerdos comerciales —particularmente China—, ha hecho una jugada que puede parecer arriesgada, pero que revela un cálculo estratégico más amplio: equilibrar una balanza comercial desigual y, al mismo tiempo, alinearse con el tablero donde Estados Unidos y China libran una guerra cada vez más abierta.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha justificado la medida bajo dos argumentos centrales: primero, la necesidad de equilibrar la balanza comercial con China, que hoy refleja una brecha difícil de ignorar; y segundo, el impulso del llamado Plan México, su proyecto estrella para transformar la economía y fomentar la producción nacional.

Visto desde esa óptica, el arancel no es un simple impuesto, sino un muro de contención frente a la dependencia excesiva de productos chinos y, al mismo tiempo, una palanca para reconfigurar las cadenas de valor en territorio mexicano.

El gesto tiene también una lectura geopolítica. Estados Unidos ha reactivado una estrategia de confrontación comercial contra China y la Unión Europea ha hecho lo propio. México, tercer socio comercial de Estados Unidos y pieza clave en la industria automotriz de Norteamérica, no podía permanecer neutral. Imponer aranceles de este calibre es enviar una señal de lealtad estratégica a Washington, asegurando que México no será el eslabón débil en la cadena norteamericana.

La analogía podría entenderse si imaginamos un puente colgante sobre un río. Durante décadas, México ha cruzado ese puente que fue construido con materiales chinos y que servían de soporte a la industria nacional. Ahora, la decisión de elevar aranceles implica retirar varios de esos tablones y reemplazarlos con productos propios o con piezas de otros socios.

No es una tarea sencilla. Estos cambios en un inicio podrían debilitar el puente, pero esto se hace con la finalidad de consolidar la estructura y hacerla menos dependiente de un solo proveedor.

Los críticos señalan que el golpe puede resultar contraproducente. La industria automotriz mexicana, uno de los grandes motores de la economía, ha construido buena parte de su competitividad sobre la base de insumos chinos.

No obstante, esta medida podemos verla desde otra perspectiva y no solo como una medida para eliminar de golpe la presencia china, sino que esta busca generar incentivos para que la inversión y la producción se instalen en territorio mexicano o en países con reglas más claras.

Esta jugada puede entenderse también como una apuesta al futuro del nearshoring, el fenómeno que ha llevado a empresas globales a trasladar operaciones de Asia a países más cercanos al mercado estadounidense. México, por su ubicación geográfica y su red de tratados, se ha convertido en uno de los destinos más atractivos.

Para capitalizar esa ventaja era necesario enviar una señal firme: que el país está dispuesto a reordenar su comercio exterior y a reducir su dependencia de un socio con el que no comparte compromisos de largo plazo.

No obstante lo anterior, en lo político, México también gana margen de maniobra. Al mostrar una postura clara frente a China, fortalece su posición en la relación con Estados Unidos, con quien compartimos más que fronteras. Recordemos que, en el contexto sociopolítico actual, el T-MEC exige disciplina y coordinación en temas comerciales, especialmente en la industria automotriz, que es clave tanto en México como en Estados Unidos.

El reto, sin embargo, será enorme. La transición hacia cadenas de suministro menos dependientes de China implicará costos de corto plazo, ajustes en la industria y tensiones con empresarios acostumbrados a la eficiencia y el bajo precio de los insumos chinos.

Pero en la economía, como en la vida, no siempre se trata de elegir el camino más fácil, sino el que garantiza mayor estabilidad y desarrollo a largo plazo. Si el Plan México logra que las fábricas, en lugar de importar piezas, empiecen a producirlas en territorio nacional, la apuesta habrá valido la pena.

Imaginemos por un momento la industria del automóvil como un gran árbol. Sus raíces se extienden en múltiples direcciones: hacia Estados Unidos, hacia Europa y, en las últimas dos décadas, con fuerza, hacia China. Lo que hoy propone el gobierno mexicano es podar algunas de esas raíces para que el árbol no dependa en exceso de un solo suelo.

Es verdad que hay incertidumbre. Nadie puede asegurar que los aranceles funcionarán como palanca de desarrollo interno y no como un freno a la producción. Nadie puede anticipar hasta qué punto las tensiones con China podrían derivar en represalias.

Pero lo que sí es claro es que seguir con una dependencia de 130 mil millones de dólares en importaciones de China, frente a apenas 15 mil millones en exportaciones de México, es caminar sobre una cuerda floja demasiado delgada.

México está intentando, con esta decisión, dejar de ser un simple espectador en la guerra comercial de Estados Unidos contra China, para convertirse en un jugador que elige con quién y cómo quiere relacionarse. El Plan México puede ser la brújula que oriente esta transición, y los aranceles, la herramienta que marque el rumbo.

No se trata de cerrarse al mundo, sino de abrirse de manera más inteligente, cuidando que el intercambio económico no se convierta en una relación de dependencia.

Al final, lo que está en juego no es solo la balanza comercial con China ni la competitividad de la industria automotriz, sino la posibilidad de que México aproveche este momento de reconfiguración global para fortalecerse como un país capaz de producir, innovar y sostener su crecimiento sin depender de los caprichos de una sola potencia. El puente que hoy tambalea puede convertirse, si se refuerza con visión, en la vía sólida hacia un futuro de mayor autonomía económica.

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