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OPINIÓN

Y Trump se va de cuarentena: ¿Será su salvavidas?

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Comuna México, por Benjamín Mora //

Alexis de Tocqueville escribió: “cuando el pasado no ilumina el futuro, el espíritu camina en la oscuridad”. Hoy, ni en la América de allende el Bravo ni en el Anáhuac al sur del rio Grande, el pasado ilumina el futuro y se camina en la oscuridad de la antidemocracia.

Trump y Biden riñeron en el primero de sus debates presidenciales, riñeron ante el mundo, mostrándose como sacados de alguna pandilla callejera del Bronx. Se mostraron comunes, y Trump se reafirmó como el Presidente más común y corriente en la historia norteamericana… muy vulgar… demasiado vulgar. Ninguno supo mantener la vertical en el honor y una tras otra vez, resbalaron y cayeron en sus propios fangos. Jamás entendieron que los debates políticos no son para pelearse con su oponente sino para contrastar personalidades, proyectos y esperanzas. La seda que visten no cambió instintos ni inhibió bajezas y ambos se quedaron como suspendidos de un árbol como si fuesen monos araña de la selva tabasqueña para al final dar el changazo político ante el pueblo norteamericano y el mundo democrático.

Donald Trump es un patán imposible de refinar, nada bueno hay en él; en cambio, de Joe Biden yo esperaba más pues creí que, como vicepresidente en el gobierno de Barack Obama, había aprendido de este gran Presidente y mejor persona, pero no, no tiene sus alcances y es una lástima.

Durante el debate de Trump y Biden, aquel se burló de éste por llevar cubrebocas. Ahora, Trump sufre de COVID-19 y en mal momento se enferma, a menos de un mes de las elecciones presidenciales en aquel país. Trump deberá resguardarse cuando más exposición necesitaba; eso lo acerca, más y más a su derrota… o quizá lo salve.

Estados Unidos se encuentra amenazado de secuestro a su democracia por Trump en el caso de ser derrotado por Biden. Desde ya advierte que no reconocerá su derrota pues espera que los demócratas hagan trampa.

En la América de Trump, la estupidez y la vanidad caminan junto a la democracia; en el México de Andrés Manuel López Obrador y la Cuarta Transformación, día con día, queda demostrado que la democracia y el socialismo nunca van juntos, como dijera Alexis de Tocqueville. López Obrador llegó al poder gracias a la democracia, pero el presidente no es un demócrata y en ello está nuestra condena. El proyecto de López Obrador, en su Cuarta Transformación, me enerva; me parece enfermizo pues se sustenta en la envidia de quien tiene más en razón de su esfuerzo y trabajo, de su constancia. Nos quiere pobres para así a nadie secuestren. Está como perdido de la razón.

La democracia norteamericana, y en especial la nuestra, siempre incipiente y jamás madura, se encuentran conflictuadas y atravesadas por sus presidentes. Allá, gracias a la solidez de sus instituciones democráticas y una real división de poderes, Trump será controlado; acá, en la debilidad evidente de la oposición cívica-contestataria y política, corremos hacia la dictadura lópezobradorista.

Vivimos, allá y acá, en un tiempo de redefinición de identidades y de pertenencias políticas ciudadanas que no llegan al corazón de los partidos en la oposición. Estos no encuentran su oriente y van dando palos de ciego.

Hace dos semanas, Alejandro Moreno Cárdenas, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Revolucionario Institucional, en un video compartido por internet, hizo algunas propuestas a favor de la sociedad civil: interesantes, aunque muy limitadas y de cortos alcances. Atrajo. Sin embargo, Alejandro Moreno no supo cómo ni quiso darles seguimiento y orden. Así es Alejandro Moreno.

En Jalisco, la Secretaría de Vinculación con la Sociedad Civil del PRI nacional se apresta a hacer una gira por Jalisco, como en todos los demás estados de la República, para encontrarse con líderes sociales en cada municipio. En su plan de gira habla de 1,500 organizaciones registradas, supongo que con la clave única del Instituto Nacional de Desarrollo Social; sin embargo, no distingue entre aquellas activas y las no activas, ni conocen cuántas hay registradas por municipio y cuáles son sus causas. En su documento interno de gira, la Secretaría de Vinculación con la Sociedad Civil habla de grupos liberales, clubes Rotarios y de Leones, sindicatos y organizaciones gremiales, y asociaciones y organizaciones productivas como ganaderos, avicultores, cañeros y azucareros… esto es no entender qué es la sociedad civil. Así no se llegará a buen término.

Los desajustes en el orden social de México esperan quién les dé cauce y futuro. El pueblo, con toda razón, no quiere asumir pertenencias hacia ningún partido político y ninguno de estos sabe cómo ganarse voluntades democráticas. El desencanto ciudadano existe y tiene su origen en un pasado lleno de corrupciones que ningún partido reconoce con nombres y denuncias penales. Seamos claros, los expresidentes y sus gabinetes deben ser juzgados ante una denuncia penal fundamentada y motivada en derecho. Seguro habrá culpables y sentenciados. No dejemos la justicia al rejuego político electoral amañado de López Obrador. Tenemos hasta 2020 para actuar. Ojalá a los presidentes de los partidos políticos les dé tiempo, pero creo que no les será suficiente la voluntad democrática. El Estado mexicano no puede ser desplazado por encuestas sobre el cumplimiento o no de la Ley. La democracia no debe sujetarse a manejos maniqueos de los partidos políticos.

Hoy, nuestra democracia apresura su paso hacia un futuro desolador, atomizado y sin ninguna posibilidad de reintegración Nuestra utopías y esperanzas se estallan en mil pedazos, perdiéndose la égida que marcara la pauta para acciones colectivas futuras. ¡Qué dolor y qué vergüenza!

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NACIONALES

La factura oculta de la justicia popular

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Luchas Sociales, por Mónica Ortiz //

El futuro de esta primera elección del Poder Judicial Federal será, sin duda, un completo desastre para la justicia en México. Esta ocurrencia de Morena, bien se dice, es una especie de venganza contra el Poder Judicial, al no haber sucumbido la Suprema Corte de Justicia de la Nación al mandato del expresidente Andrés Manuel López Obrador.

Además, representa la oportunidad de tener a los ministros, magistrados y jueces federales rindiendo pleitesía a un partido político y no a una carrera judicial de vocación y servicio. Este cambio en la forma de elegir al Poder Judicial tendrá un costo muy alto para el país.

En este sentido y políticamente, esto es la consumación de la asunción del control de los poderes en México. Este 1 de junio de 2025, se desvanece la división de poderes que constitucionalmente mantenía contrapesos y equilibrios, más allá de lo difícil que será para la sociedad la brecha de aprendizaje y ejecución de 881 cargos del Poder Judicial federal, elegidos de manera popular bajo un entorno político adverso y descarado, para que un partido en el país tenga cargos judiciales.

Esta nueva elección, producto de una reforma constitucional imprecisa, con lagunas legales, controversial y criticada por muchos sectores de la ciudadanía, nos lleva a ejercer nuestro derecho al voto para elegir a ministros, magistrados y jueces federales en esta entidad federativa. Son decisiones que, sin duda, afectarán a la sociedad por décadas.

La democracia en el país se caracteriza por garantizar los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos para la toma de decisiones políticas que darán rumbo a la construcción de nuestra nación y a cómo queremos vivir en aras de la justicia, la legalidad y el Estado de derecho. La duda es si una elección popular de quienes impartirán justicia será lo justo para la ciudadanía o no.

El papel del Poder Judicial en México es la enorme responsabilidad de administrar justicia, interpretar las leyes y resolver las controversias de todo tipo. Su encargo principal es avalar el cumplimiento de la Constitución y las leyes en el país, así como proteger los derechos humanos y el respeto absoluto a la legalidad.

El nuevo reto para la llegada de los cargos judiciales será titánico e histórico para la impartición de justicia en la nación. Habremos de denunciar y exigir su salida del Poder Judicial cada vez que una de estas personas, elegidas por esta atípica elección, no sea capaz, idónea, o se le compruebe cualquier situación de falta de capacidad o de corrupción.

Que la voz con finalidad democrática suene a modo de libertad de expresión para depurar a todo aquel que llegue por encargos políticos, por haber pasado los filtros, pero sin ser una persona de ética y de vocación en su nuevo encargo. Eso también será nuestra responsabilidad civil, como la que nos llevó a elegir los cargos judiciales.

El tiempo dará la razón a quienes en su momento expresamos que la transición del sistema judicial no era lo mejor en materia de impartición de justicia para el país. Pasar de cargos que habían llegado por una meritoria carrera judicial a una elección de ciudadanos con aspiraciones personales o partidistas —en su mayoría postulados por grupos de poder para conseguir un ministro, magistrado o juez «a modo»— no es lo que la sociedad merece. El precio será caro y les costará a los mexicanos.

Sin embargo, lo que pasará es un retroceso histórico de más de treinta años, a cuando el partido en el poder tenía simuladamente tomado el Poder Judicial. Ya habíamos empezado con cargos de probada y meritoria carrera judicial; ahora, otra vez, tendremos como juez a integrantes de un grupo de poder que podrán sentenciar y decretar a favor de alguien. Eso es corrupción.

El voto de esta histórica y sin precedentes elección, que todos sabemos, sí fue coaccionado y direccionado por otros para imponer sus intereses políticos y personales de grupo. El ejercicio democrático fue orientado hacia los que están en el poder. Quien suscribe la presente opinión fue buscada por conocidos para asegurar votos mediante la imagen de mi credencial de votar, e invitada a charlas para que me contaran los beneficios de tener un “amigo” en el Poder Judicial.

Desde mis más de doce años litigando en tribunales y escribiendo opinión política, reafirmo: esto no va a ser nada bueno para la impartición de justicia ni para la sociedad.

 

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NACIONALES

Por qué no voté

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Tuve una razón sencilla para no votar en la elección del Poder Judicial. No había un espacio en la boleta para el desacuerdo y yo no he estado de acuerdo con que los jueces, magistrados y ministros, así como la inquisición que habrá de juzgarlos, sean sujetos de elección popular. Además, no era un mandato del pueblo que hubiera sido conferido por el voto que llevó al poder a dos presidentes.

No existió en la campaña política de Andrés Manuel López Obrador, o en los postulados de su partido, una propuesta en tal sentido, como tampoco la hubo en la de Claudia Sheinbaum, antes al contrario, en el discurso inaugural de su administración López Obrador manifestó un total respeto al Poder Judicial, a la división de poderes, y fue la deriva mesiánica del ejercicio del poder lo que lo llevó a eliminar, por capricho, los contrapesos institucionales y finalmente, la estructura judicial que trató de impedir el abuso del poder, lo que no logró, por lo visto en el atropello ecológico del Tren Maya y en tantas otros, ilegales e improvisados proyectos, que contravenían disposiciones constitucionales.

El hecho fue que el demócrata candidato se volvió un presidente autoritario y caprichoso, que un día pregonaba las bondades de la democracia participativa, del plebiscito, la consulta popular, y otro gobernaba a impulsos de su mesiánica voluntad.

Hubo consulta popular para cancelar un proyecto cervecero, otra para consultar si sometía a juicio a los expresidentes y hasta se hizo un proceso de revocación de mandato, pero la renovación del Poder Judicial no mereció tal consideración. Como en el caso del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, muchas voces advirtieron de lo perjudicial de llevar a elección popular a los juzgadores sin que fueran escuchadas.

La obsequiosa corte en que se ha convertido el Poder Legislativo, sin análisis, aprobó la iniciativa presidencial ya en tiempos de la continuidad, como a él le gustaba, sin cambiarle una coma, y el discurso se engoló diciendo que así había sido la voluntad popular.

Todo esto ya fue comentado y por ello vuelvo al inicio: no fui a votar porque el régimen ya no dio opción para el disenso; había que votar porque así se impuso en una legislación hecha a capricho y con premura. Había que votar porque la presencia en las urnas haría realidad la falaz versión de que el pueblo quería que sus jueces fueran electos; había que votar para legitimar con los votos lo que impusieron por capricho vindicativo. Había que votar porque así convenía al gobierno, no al ciudadano.

Hay que anotar marginalmente que al gobierno le faltó congruencia, pues necesitado como estaba de una legitimación del absurdo, regateó recursos y el apéndice gubernamental en que se ha convertido el INE tuvo que instalar menos casillas y con ello dificultar la asistencia de ciudadanos a las urnas. Si querían votos la jugada era al revés.

Adicionalmente y con mucho sarcasmo, diré que no fui a votar porque no tuve un “acordeón” de esos que anduvo repartiendo el oficialismo y sus adláteres para inducir el voto hacia sus aspirantes a juzgadores. Sarcasmos aparte, debo señalar que es clara la intención del régimen y su partido de conformar el poder judicial con juzgadores a modo, haciendo nugatoria la división de poderes y esa es otra razón por la que no fui a votar.

Citando a Montesquieu: “Para que no pueda abusarse del poder, es preciso que, por disposición misma de las cosas, el poder detenga al poder”. Eso ya no será posible en este país y eso no lo puedo evitar con mi voto en esta simulación; me lo reservo para la elección constitucional de renovación de poder ejecutivo.

No fui a votar porque el diseño del golpe para apropiarse del Estado ya está consumado y esta elección legitima la estructura espuria con división de poderes en la letra y concentración de poder de facto.

No fui a votar porque elegir a jueces y magistrados especializados por materia, en una elección donde no es posible conocer sus hojas de vida, es una estupidez, porque en el proceso de selección de aspirantes la transparencia brilló por su ausencia. El insistente llamado a votar a ciegas lo considero un insulto a mi potestad personal de voto consciente e informado.

La irresponsabilidad de promover este ejercicio “democrático” desentendiéndose de las repercusiones, tendrá consecuencias inmediatas, particularmente si el resultado arroja como presidente de la Suprema Corte a una militante, activista de Morena que ha sido recusada tres veces por falta de imparcialidad. Un Poder Judicial de consigna, ideologizado, cooptado por el Poder Ejecutivo no puede ser considerado factor de legalidad y garante del Estado de derecho.

Por esto y más, no fui a votar.

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NACIONALES

En juego el capital político de Morena

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Opinión, por Gerardo Rico //

“Solo el pueblo podrá salvar al pueblo”, afirmaba el ex presidente Andrés Manuel López Obrador el 5 de febrero del 2024 durante la presentación de su paquete de reformas -a unos meses de dejar el poder- en donde anunciaba que buscaría que jueces, magistrados y ministros fueran electos por la ciudadanía y no propuestos por el Poder Ejecutivo y ratificados por el Senado de la República.

Luego de que le fueron bloqueadas diferentes propuestas de reformas por la SCJN, como el Plan A, que buscaba transformar varias estructuras y procesos del sistema electoral en México; el Plan B luego de descarrilar el A y en el que pretendía impedir que instituciones como el INE fueran tomadas por personajes como Lorenzo Córdova, quien demostró su apoyo abiertamente a la derecha; Ley de la Industria Eléctrica. Con ello, el Poder Judicial daba la razón a las trasnacionales, seis empresas extranjeras se ampararon y el bloque conservador en la Segunda Sala de la Corte declaró inconstitucional la reforma eléctrica, entre otras.

Propuso 20 puntos: eliminar organismos autónomos, convertir a la austeridad republicana en política de Estado, evitar la corrupción de la Guardia Nacional y elegir jueces y magistrados del Poder Judicial por la vía popular y no por el Ejecutivo y Legislativo. Una de las propuestas que más llamó la atención fue la de evitar el uso de excesivas estructuras burocráticas electorales y eliminar las candidaturas plurinominales.

No hay que perder de vista que para el domingo 1 de junio, Morena dio uno de los pasos más importantes en la consolidación de su poder, con la elección de más de 2 mil 680 magistrados, ministros y jueces a nivel nacional, de los cuales 74 cargos corresponden a Jalisco.

A partir del 2018 Morena ha logrado todo: dos presidencias consecutivas, supermayorías en el Senado y en la Cámara de Diputados y más de 25 gubernaturas, sin contar la mayoría en 27 legislaturas locales y con un sin número de regidurías en todo el país.

Originó una maltrecha oposición que se aferra a la supervivencia política y que hasta el momento no tiene argumentos para frenar en seco el poder acumulado por Morena. Si bien se tenía un Poder Judicial plagado de corrupción y anomalías que servía a la élites del país muchos analistas jurídicos y políticos prevén que los candidatos afines a Morena dominen las elecciones, ocupando magistraturas desde los juzgados locales hasta la Suprema Corte y otorgando al partido el control efectivo del tercer poder del Estado.

NUESTRA REALIDAD

Aquí vienen los peros: independientemente de quienes sean elegidos y de los números que se darán a conocer en los próximos días, lo que está en juego -como en cualquier democracia- es la legitimidad con la que llegarán quienes resulten elegidos. En cualquier sistema democrático se marca la diferencia entre ser el más votado o el menos votado y es de tomarse en cuenta el porcentaje de abstencionismo.

¿Cuál será la imagen de un Poder Judicial votado con un bajo porcentaje del padrón electoral? Cuando se ha calculado —salvo los números que nos den a conocer— que acudieron menos del 20% del padrón electoral, que es de 101 millones 539, mil 216 de acuerdo a cifras actualizadas del INE. ¿Cuál será la percepción de jueces electos con un mínimo de votos y relacionados con partidos políticos?

La reforma al Poder Judicial no incluye cambios en fiscalías, ministerios públicos, sistemas penitenciarios ni servicios forenses. La crisis judicial, según expertos, va más allá de jueces y magistrados, y la elección ciudadana no alterará las estructuras operativas.

Lo que sí veremos -coincidieron- es el empoderamiento de nuevos personajes que relegarán a quienes a lo largo de muchos años acumularon experiencia en la operatividad y funcionalidad de juzgados y en las estructuras judiciales. También esperan una lluvia de amparos, demandas laborales e indemnizaciones millonarias de quienes no sean ratificados en sus puestos.

Candidatos al Poder Judicial con antecedentes penales, nexos con narcotraficantes o violaciones a derechos humanos, defendidos por figuras de Morena, evidencian que la reforma permite acceder a cargos por relaciones políticas, no por méritos.

Las campañas de candidatos al Poder Judicial concluyeron entre acarreos clientelares, acordeones para inducir el voto, actos proselitistas y la clara intromisión de partidos políticos. La participación corporativa de sindicatos como el SNTE y la utilización de redes sociales, que se convirtieron en el medio de comunicación más solicitado por los aspirantes.

Morena echará toda la carne al asador para consolidar su poder. Aquí ya no se cumplieron las máximas del ex Presidente López Obrado: “evitar el uso de excesivas estructuras burocráticas electorales” y esa de “solo el pueblo podrá salvar al pueblo”.

¿Qué legitimidad tendrá un Poder Judicial elegido con menos del 20% del padrón electoral (101,539,216, según INE)? ¿Cómo se percibirá a jueces electos con pocos votos y vinculados a partidos políticos?

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