OPINIÓN
Inclusión sin etiquetas

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Es una tendencia actual, hablar de inclusión cuando se trata del reconocimiento de las diferencias y más que el reconocimiento, de la aceptación de las mismas. Quienes más subrayan el término son, naturalmente, los que se sienten excluidos que es el antónimo, y ha cobrado relevancia en la discusión pública contemporánea en relación principalmente con las preferencias sexuales, lo que es un nuevo capítulo en la histórica lucha de quienes se consideran diversos por su condición u orientación.
Quizás la lucha más antigua, aun sin concluir, sea la de las mujeres. Ya en 1622, María de Gournay, escritora, filosofa, publicó el “Tratado de la igualdad de los hombres y las mujeres” y “Agravio de damas”, textos entre otros, que denuncian el trato misógino y discriminatorio de los varones hacia la mujer y las condiciones en que se desenvolvía su vida.
Otra lucha histórica por la no discriminación y la inclusión, es la librada por las personas de color, tanto en norteamérica como en el sur de África y otras regiones en las que el avance es evidente pero aún persisten resabios en algunos segmentos o personas.
Actualmente, cobran relevancia los movimientos que buscan el reconocimiento a la diversidad sexual por una sociedad reacia a la aceptación de la misma y son frecuentes las marchas y manifestaciones donde se exhibe, hasta con crudeza y exceso la diversidad existente. Valga decir como antecedente, que aunque en boga, el tema en realidad es de los más antiguos y de alguna forma aceptados en civilizaciones distinguidas por su nivel cultural, como griega o romana, donde el homosexualismo no solo era reconocido sino auspiciado y permitido, o como en Oaxaca donde los muxes son ancestralmente aceptados en sus comunidades. Sin embargo, este hecho no implica que no haya existido desde entonces, discriminación, que no exclusión, porque al igual que las mujeres, no eran excluidos sino discriminados por considerarlos diferentes.
Lo criticable de los términos en los que, al menos en nuestro país, se ha emprendido la lucha por la aceptación y la inclusión, es que no se entiende que a sí mismos se discriminen con la proliferación de etiquetas dentro del mismo movimiento inclusivo. La diferenciación o exhibición de las diferencias aún dentro de su propia diversidad lleva implícita una forma de autodiscriminación o al menos diferenciación, que se empeñan en hacer evidente. Se etiquetan a sí mismos enunciando y remarcando ser diferentes entre los diferentes y aunque se agrupen en una misma bandera y sigan acumulando letras a su denominación, cada grupo se manifiesta diferentemente haciendo difícil precisar el objetivo.
En su lucha por identidad se multiplica su clasificación a la cual ahora se agrega el signo de y más, (LGBTTTIQ+). Esa individualización de la condición lleva implícita una propia diferenciación como si la singularización de sus movimientos requiriera un tratamiento especial, siendo que el objetivo principal debiera ser el reconocimiento de la diversidad sin etiquetas, para su integración o inclusión plena en la sociedad sin señalamientos, discriminatorios por sí mismos, que la sociedad acepte su diferencia como algo normal en el conglomerado y no como un agregado incómodo.
Lo ideal no debiera ser la exacerbación de las diferencias ni la categorización o singularización de las mismas, como tampoco lo es alentar la categorización entre binarios o no, u obligar a que alguien defina su orientación cuando las hormonas aún no se manifiestan, o que se aliente una apariencia andrógina, ambigua, en edades tempranas para modificar comportamientos culturales.
El riesgo de esta lucha es caer en el extremismo de estos tiempos y que tanto insistir en remarcar las diferencias les coloque en polos que más que integrar señalan, singularizan y no se consiga la tan deseable indiferencia social ante lo diverso.
El éxito será poder pasar desapercibido en el ejercicio de la orientación o preferencia sexual sin que esto ofenda a quienes son distintos. Para este fin no creo que las etiquetas autoimpuestas ayuden; la singularización parcializa la lucha y solo logra radicalizar posiciones que por naturaleza son excluyentes y por ello, no abonan a la inclusión.
Recientemente, el 13 de julio de este año, se llevó a cabo la ceremonia de entrega de los premios Tony a lo mejor del teatro en Broadway, Nueva York, y si algo fue notable fue la intención de remarcar el carácter inclusivo de la ceremonia y de la premiación, señalando a cada momento que en tal o cual categoría había nominado(a) una persona transexual, o alguno de los galardonados exhibiendo sus parejas del mismo sexo.
Qué bueno que un gremio como el teatral con tanta influencia en la sociedad, se esfuerce por resaltar su carácter inclusivo, pero lo más didáctico de la ceremonia fue observar el comportamiento de los asistentes, para los cuales, heterosexuales o no, el convivir con quienes son diversos no significaba ninguna incomodidad aparente y con naturalidad y hasta con indiferencia veían desfilar y aplaudían a sus colegas de orientación sexual diversa, la inclusión fue evidente.
Claro que esto fue posible en un reducto social generalmente liberal y plural en el que fundamentos religiosos o culturales no son tan definitorios, pero demostró que es posible la inclusión en una sociedad plural y diversa sin presumir etiquetas o significar una causa por encima de otras para llegar a la indiferencia de la sociedad ante un comportamiento u orientación distintos.
MUNDO
Musk, el gran perdedor en su choque con Trump

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
El enfrentamiento entre Elon Musk y Donald Trump, dos titanes que pasaron de aliados a fieros adversarios, revela una lucha de poder con profundas implicaciones. Musk emerge como el principal perdedor, con daños a su reputación, empresas y capital político, mientras Trump consolida su autoridad y avanza su agenda.
Este choque, más allá de una disputa personal, refleja tensiones entre nacionalismo y globalismo, errores estratégicos de Musk y desafíos para países como México en un contexto de políticas proteccionistas.
Musk cometió un error al integrarse al gobierno de Trump, asumiendo que su riqueza, influencia mediática y popularidad en redes le otorgarían un rol protagónico en Washington. Subestimó la dinámica política estadounidense, donde el poder reside en cargos electos, no en asesores externos. Su visión globalista y tecnocrática chocó con el nacionalismo de Trump, especialmente en temas como aranceles y gasto público, generando fricciones con figuras clave de la administración, como Peter Navarro y Howard Lutnick.
La incursión política de Musk tuvo un costo elevado para sus empresas, particularmente Tesla. Las acciones de la compañía se desplomaron, con pérdidas estimadas en 9,000 millones de dólares en valor de mercado, tras la controversia con Trump. Esta caída, junto con las críticas a su gestión, refleja una pérdida de confianza de los inversores, quienes percibieron que Musk priorizó ambiciones políticas sobre la innovación tecnológica. La estabilidad de Tesla y su futuro están ahora en entredicho, evidenciando el impacto desastroso de esta aventura.
El choque entre Musk y Trump también fue una batalla de egos. Musk, acostumbrado a liderar, no estaba preparado para un rol subordinado en una administración que exige lealtad absoluta a Trump. La ruptura era previsible: dos personalidades dominantes compitiendo por controlar la narrativa política en un momento de reacomodo del orden global. Musk buscó influir en políticas que beneficiarían a Tesla y SpaceX, como desregulación y contratos federales, pero subestimó el costo reputacional y financiero de alinearse con Trump.
En un contexto geopolítico, la agenda proteccionista de Trump, que prioriza la economía estadounidense frente a competidores como China, chocó con la visión globalista de Musk, defensor del libre comercio.
Este desacuerdo refleja tensiones más amplias entre nacionalismo económico y globalización, con implicaciones para México. Los aranceles propuestos por Trump podrían imponer nuevas barreras comerciales, afectando la economía mexicana, que depende de su relación con Estados Unidos. México debe prepararse para negociar con una administración fortalecida tras neutralizar a Musk.
Musk podría argumentar que su incursión política buscaba beneficiar a sus empresas a largo plazo, consolidando su imagen entre los círculos conservadores que apoyan su discurso de libre mercado. Sin embargo, los resultados inmediatos muestran un fracaso: no logró influir en las políticas clave y sacrificó la estabilidad de sus compañías. Su falta de experiencia en el ámbito público lo hizo vulnerable a los juegos de poder de Washington, una lección que otros empresarios han aprendido a un costo similar.
Para recuperar su posición, Musk debe enfocarse en restaurar la confianza en Tesla y sus otras empresas, evitando futuras incursiones políticas mal calculadas. Su reputación como innovador está en riesgo, y la percepción de oportunismo político podría alejar a inversores y consumidores. Mientras tanto, Trump sale fortalecido, manteniendo el control de su administración y demostrando que, en la política estadounidense, el poder electoral supera a la influencia mediática o económica.
El caso de Musk es un recordatorio de que el poder económico no siempre se traduce en poder político. Su intento de influir en Washington, sin comprender las dinámicas de poder, resultó en un revés significativo.
México y América Latina, por su parte, enfrentan el desafío de adaptarse a un entorno de políticas proteccionistas, donde la fortaleza de Trump podría complicar las relaciones comerciales. La lección es clara: en los juegos del poder, la estrategia y la preparación son tan cruciales como la ambición.
P.D. Tras su ruptura el 5 de junio de 2025, Musk acusó a Trump en X de aparecer en los archivos de Epstein, sin pruebas. Trump lo llamó “loco” en Truth Social, amenazando con cancelar contratos del gobierno estadounidense con Musk. Tesla perdió 150 mil millones de dólares. Musk reclamó la victoria electoral de Trump en 2024; Trump lo acusó de ingratitud, marcando un quiebre definitivo.
Beisbol
Julio Urías y el sueño guinda: ¿Un regreso triunfal a Tomateros?

Deporte Rey, por Gabriel Ibarra Bourjac //
¿Es posible que en octubre veamos a Julio Urías, el talentoso pitcher mexicano, lanzar con los Tomateros de Culiacán en la Liga Arco Mexicana del Pacífico? ¿O es solo un anhelo de los aficionados que soñamos con ver al monticulista sinaloense retomar su carrera tras la sanción impuesta por la MLB, que concluirá el 17 de julio de 2025, después del Juego de Estrellas?
La afición guinda, reconocida como una de las más apasionadas de México, vibraría con el regreso de su hijo pródigo al montículo. Urías podría encabezar un roster estelar junto a ex grandes ligas como el relevista Víctor González y el poderoso Joey Meneses, formando un equipo competitivo que elevaría el espectáculo de la Liga Arco y atraería a más aficionados al estadio.
A sus 28 años, Julio Urías sigue siendo un talento excepcional. Su recta, que supera las 97 millas por hora, y su variado repertorio de pitcheos lo consolidaron como una pieza clave en la Serie Mundial de 2020 con los Dodgers de Los Ángeles. Sin embargo, su carrera se vio opacada por un caso de violencia doméstica que derivó en cinco cargos menores en Los Ángeles. Aunque la Fiscalía del Condado no presentó cargos graves, Urías se declaró no culpable a uno de los delitos, mientras que los otros cuatro fueron desestimados tras aceptar un programa de tratamiento de un año.
La MLB, tras su investigación, determinó que Urías violó la Política Conjunta de Violencia Doméstica, Agresión Sexual y Abuso Infantil, imponiéndole una suspensión que finalizará a mitad de la temporada 2025. Aunque esto le permitirá recuperar su elegibilidad, el estigma y el «pacto no escrito» entre los dueños de equipos de Grandes Ligas podrían complicar su retorno al béisbol estadounidense.
Aquí es donde surge la posibilidad de verlo en la Liga Arco con los Tomateros, el equipo de sus amores desde niño. Vestir el uniforme guinda en Culiacán, su ciudad natal, sería más que un regreso al béisbol: sería una oportunidad para reconectar con sus raíces, donde brilló en categorías infantiles y juveniles antes de ser firmado por los Dodgers a los 16 años.
La afición culichi, conocida por su lealtad, recibiría a Urías con los brazos abiertos, ofreciéndole el apoyo que necesita tras los momentos difíciles. Este retorno cumpliría un sueño que el propio pitcher expresó en 2021: jugar con el equipo de su tierra. Más allá de lo deportivo, sería un capítulo de redención personal, un mensaje de que los errores no definen el futuro de un talento generacional.
Si Urías demuestra un cambio genuino y compromiso, su incorporación a los Tomateros no solo revitalizaría su carrera, sino que también inspiraría a peloteros y aficionados, mostrando que la perseverancia puede superar los tropiezos. Su llegada sería un hito para la Liga Arco, un impulso para el béisbol mexicano y una narrativa de superación que combina datos, pasión y emoción.
Aunque no hay certeza de que Urías juegue con los Tomateros, la posibilidad existe. Todo dependerá de si un equipo de MLB lo contrata tras el fin de su sanción o si decide regresar a casa para escribir un nuevo capítulo en su historia. La pelota está en el aire, y los aficionados guindas ya sueñan con verla cruzar el plato.
MUNDO
El rompimiento de Musk con Trump

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
El quiebre se anticipaba, lo que muchos preveían ocurrió antes de lo esperado: la ruptura entre el magnate Elon Musk y el presidente Donald Trump. Musk, quien había apoyado fervientemente a Trump durante su reelección en 2024 y fue nombrado jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), anunció su separación del gobierno trumpista, frustrado por políticas que calificó de “absurdas” y decepcionantes.
Críticas contundentes a la política fiscal
El 3 de junio de 2025, Musk arremetió en la plataforma X contra la ley “One Big Beautiful Bill Act”, aprobada por la Cámara de Representantes, que incluye recortes de impuestos por billones de dólares y un aumento en el gasto de defensa. La describió como una “abominación repugnante”, advirtiendo que incrementará el déficit presupuestario en $600 mil millones para el próximo año fiscal, según señaló en CBS News.
Musk, quien logró ahorros estimados en $175 mil millones a través de DOGE, criticó que el proyecto contradice sus esfuerzos de austeridad, alertando que “este nivel de gasto excesivo llevará a Estados Unidos a la esclavitud de la deuda”, con un déficit proyectado de más de $2 billones anuales y un 25% de los ingresos gubernamentales destinados a intereses.
Tensiones económicas y políticas
Análisis independientes de la Oficina Presupuestaria del Congreso respaldan las preocupaciones de Musk, estimando que la ley podría elevar el déficit entre $2.3 y $3.8 billones en una década, aunque cuestionan la efectividad de las cifras de DOGE por inconsistencias. Además, la eliminación de incentivos para vehículos eléctricos en el proyecto afecta directamente a Tesla, lo que podría influir en la postura de Musk, cuya empresa ya enfrenta protestas y caídas en ventas por su asociación con Trump.
Mientras tanto, Trump defiende los recortes fiscales, aunque reconoce aspectos mejorables, y su administración, a través de Stephen Miller, niega que la ley agrave el déficit, contradiciendo los análisis.
Un rompimiento con repercusiones
La ruptura no solo refleja diferencias ideológicas sobre el gasto público, sino también tensiones comerciales, como los aranceles que Musk ya había criticado por su impacto en Tesla. Aunque Trump no ha confrontado directamente a Musk, la influencia del magnate podría complicar el avance de la ley en el Senado, donde enfrenta resistencia de republicanos fiscalmente conservadores.
Este quiebre evidencia las complejidades de una relación marcada por intereses económicos y políticos en conflicto, dejando un escenario incierto para ambos.
Un futuro incierto en el tablero del poder
El rompimiento entre Elon Musk y Donald Trump no solo sacude la política fiscal estadounidense, sino que también podría redefinir alianzas en el escenario global. La salida de Musk del gobierno trumpista, junto con su capacidad para influir en la opinión pública y en el Senado, amenaza con frenar la ambiciosa «One Big Beautiful Bill Act», mientras las tensiones comerciales y los intereses de Tesla agravan el distanciamiento.
Este quiebre podría debilitar la cohesión del bloque republicano, afectar la credibilidad de Trump en temas económicos y abrir un nuevo capítulo de incertidumbre, donde la voz de Musk, aún poderosa, podría moldear el rumbo de Estados Unidos en un momento crítico.
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