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OPINIÓN

Polémicos fallos de la justicia federal: Los jueces en los tiempos la Cuarta Transformación

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El Análisis, por Pedro Vargas //

Casi no hay semana en la cual los medios de comunicación nos informen que algún juez -específicamente del ámbito federal- concedieron un amparo a favor de alguna o varias organizaciones, en contra de actos de la autoridad emanada del actual gobierno general, mismo que se autodefinió como de la Cuarta Transformación Nacional (4T).

Dos aspectos de fondo resaltan a la vista ante ese panorama: en primer lugar, la división de poderes constitucionales que impera en la república; en segundo término, el proyecto de nuevo régimen (4T) encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

El artículo 49 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, dice claramente: “El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”. En los Estados, es el artículo 116 que en su primer párrafo establece: “El poder público de los estados se dividirá, para su ejercicio, en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el legislativo en un solo individuo”. Por lo tanto, debemos entender que existe un solo poder público, que es el “Supremo Poder de la Federación”, siendo su concomitante en las Entidades federativas, el poder público estatal.

Bajo esa idea, es que marcha el gobierno, lo cual presupone colaboración entre los tres poderes, puesto que realmente existe solo uno dividido en triple función, cuyo fin inmediato es aplicarse cada uno en su ramo: el legislativo, decretar normas para el adecuado desarrollo nacional; el ejecutivo, dirigir la administración pública, y Poder Judicial, aplicar la ley impartiendo justicia. El objeto mediato de todos, es servir al pueblo y consolidar la nación, para lo cual deben observar invariablemente la Carta Magna con sus leyes secundarias.

En vista de lo antedicho, los poderes no son adversarios sino complementarios; eso sí, deben ser respetuosos de sus competencias, a lo cual suele decírsele “independencia” con lo que se evita haya confusiones interpoderes. De surgir estas, la misma suprema norma señala el sendero para resolverlas.

Por lo que ve al orden ejecutivo, lo encabeza el Presidente de la República, o sea, es unipersonal, en tanto que los otros dos poderes son colegiados y multiorgánicos: las Cámaras de Diputados y Senadores, en el Legislativo y, para el Poder Judicial, la Suprema Corte de Justicia (SCJ), un Tribunal Electoral (TEF) y Plenos Regionales, los Tribunales Colegiados de Circuito, Tribunales Colegiados de Apelación y los Juzgados de Distrito. Además, existe un Consejo de la Judicatura encargado de la administración, vigilancia y disciplina de esos entes, con excepción de la SCJ y el TEF con sus Plenos Regionales.

Tradicionalmente, el poder que en los hechos resulta preeminente, es el Ejecutivo, pues al ser unitario, emanar de la voluntad soberana del pueblo y encargarse de las distintas responsabilidades que tiene cada secretaría y múltiples dependencias (que forman el Gabinete Ampliado), resalta su trascendental significación.

Los defectos que resintió políticamente nuestra democracia, que repercutieron en la vida institucional del país, generaron un presidencialismo desmedido, a tal grado que a los períodos presidenciales solía llamárseles “monarquía sexenal”, pues la presencia del ejecutivo en todos los órdenes hacía que los demás poderes y organismos, parecieran subordinados a él.

Por lo anterior, surgieron las inconformidades y reclamos, las protestas y demandas de la sociedad civil, es decir de los ciudadanos y sus organismos. Hasta que en los comicios de 2018 se eligió al actual presidente, quien enarbola un proyecto de nación en el cual los principios de “por el bien de todos, primero los pobres”, la austeridad republicana, la lucha contra la corrupción y la impunidad, así como tener una democracia plena y consolidar la soberanía nacional en todos los renglones, son sus bases. En cuanto a los individuos miembros del nuevo gobierno, su divisa sería no robar, no mentir, no traicionar y respetar al prójimo, es decir, al pueblo, a los gobernados.

Esos ideales son el motor de la Cuarta Transformación (Cuatro T, 4T), la cual emerge teniendo en cuenta que la Primera nos dio la independencia, la Segunda trajo la Reforma, y la Tercera, fue la Revolución Mexicana que buscó la reivindicación ciudadana y la justicia social. Los tres movimientos tuvieron de común denominador la lucha armada. La Cuarta Transformación es de índole pacífica, respeta la ley y los derechos humanos, lo que conlleva la práctica de los valores culturales, morales, el fortalecimiento de la familia y de las comunidades.

Bajo esos lineamientos, la Cuatro T (4T) planeó obras emblemáticas, entre las que destacan el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), la Refinería de Dos Bocas bautizada como Olmeca (ambas obras ya inauguradas); en construcción, está el Tren Maya; el corredor Transístmico que une al Pacífico con el Golfo de México; y una serie de edificaciones formidables como el Tren México-Toluca, Parque Ecológico del Lago de Texcoco, vía Oaxaca a Puerto Escondido, una ampliación del tren que va de Lechería a Buenavista, etc., etc. Esto además de rescatar las dos empresas descentralizadas más esenciales del país: Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex).

Así las cosas, tanto las obras ya estrenadas como las que están en construcción, constantemente fueron o han sido suspendidas por juicios de amparo, promovidos generalmente por organismos de los llamados ONG´S, soterradamente impulsados por personas o fuerzas políticas antagónicas a la 4T, destacando al respecto, el señor Claudio X. González por medio de sus variados ONG’S y la alianza Va por México que conforman el PAN, el PRI y el PRD; dentro de esta amalgama, figuran sujetos que brillaron en cargos y posiciones de anteriores gobiernos, y que anhelan regresar a usufructuarlos de nuevo.

El juzgador federal Juan Pablo Gómez Fierro, es quizás el más destacado de los impartidores de justicia que han concedido suspensiones. A él acuden variadas corporaciones que, como la sablista hispana Iberdrola, lucran a costa de los mexicanos y a diario burlan nuestras leyes.

Recientemente a esta compañía se le impuso una multa por más de nueve mil millones de pesos, y ya consiguió la suspensión para evitar pagarla: el juzgador Ramón Lozano Bernal, titular del Juzgado Tercero especializado en Competencia Económica, Radiodifusión y Telecomunicaciones, tomó la decisión de suspender la multa.

Volviendo a Gómez Fierro, ya es célebre, porque ha otorgado amparos contra la reforma a la ley eléctrica, y contra la Ley de Hidrocarburos; el lunes 19 de julio concedió la suspensión definitiva en contra de la política de la Secretaría de Energía que obliga a comprar gas a Pemex y CFE. El 25, concedió el primer amparo contra la Ley de la Industria Eléctrica (LIE), a favor del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), con sentencia de efectos generales y ordenó que se aplique el estatuto anterior a la reforma publicada en marzo de 2021, no obstante que la Corte ya dejó en claro la constitucionalidad esa norma: el legista argumentó que la amparista aduce una violación a su derecho a un ambiente sano al entrar en vigor la LIE: bajo tal criterio, todo sujeto puede ampararse, puesto que tenemos universalmente esa prerrogativa, lo cual abona la cachaza de este fustigador ataviado de juez.

Otro censor con toga que se lució, fue uno residente en Jalisco, quien concedió una suspensión para evitar el traslado rápido a Estados Unidos del capo de capos, Rafael Caro Quintero. El juez Séptimo de Distrito de Amparo en Materia Penal en Jalisco, Francisco Reséndiz Neri, otorgó la “suspensión de plano” contra la extradición inmediata y luego declinó la competencia, aduciendo que el competente está en la prisión del Altiplano, y por lo tanto debe conocer su caso un juez federal de Toluca o de la capital azteca.

El organismo “Defendiendo el Derecho a Un Medio Ambiente Sano” (DMAS) logró la suspensión de la edificación del Tren Maya en su tramo cinco; el juez primero Adrián Novelo Pérez, con sede en Mérida, fundado en que “existe peligro inminente” de que la obra genere daños al medio ambiente, “se concede a DMAS A.C. la suspensión definitiva para el efecto de que Sedatu, Fonatur y Fonatur Tren Maya suspendan o paralicen cualquier acto que tenga como finalidad la continuación de la construcción del Tramo cinco del proyecto Tren Maya”. (Por Esto, 19-IV; Excelsior y El Financiero, 30-V-2022). Ante esa situación obstruccionista, el Consejo de Seguridad Nacional declaró que la construcción del Tren Maya es una obra de seguridad nacional. (Milenio, 20-07-022). Y de esa manera prosiguió su fabricación.

Lo anterior solo son botones de muestra; casos que llaman la atención, como el concederle un amparo por un tribunal de Nuevo León (luego de rechazos de otros en diversas Entidades) al inefable Alejandro Moreno (a) Alito, para que no se publiquen grabaciones -que lo han exhibido en la justa dimensión de lo marrullero que es- que él mismo ordenó, son asuntos frecuentes en que juzgadores federales en aras de la “independencia” judicial, conceden esos amparos suspicaces.

Las cosas han llegado a posicionar dos bandos: el que alega que los jueces son los salvadores frente a la Cuatro T, y el gobierno que lucha por todos los medios para sacar avante sus proyectos. Para Enrique Quintana, director editorial de El Financiero, “hasta ahora varios jueces han mantenido la integridad de la Constitución y la ley” (20-07-2022) lo que traduce aí: “De AMLO, nos salvan los jueces”.

En conclusión, todo lo anterior y muchas otras cosas que son evidentes y hacen que el país siga adelante, permiten acreditar que: a) en México existe un verdadero estado de derecho; b) los jueces gozan de plena autonomía, y c) los medios de comunicación, así como sus integrantes, gozan de cabal libertad.

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JALISCO

Un comienzo con luces y sombras de Lemus en tragedia de desaparecidos

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

La crisis de desapariciones en México, y particularmente en Jalisco, es una herida abierta que refleja la descomposición del tejido social y la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y la justicia con gobernantes que han evadido su responsabilidad, minimizando el grave problema.

La llegada de Pablo Lemus al Gobierno de Jalisco despierta una mezcla de esperanza y escepticismo en un estado que carga con la vergüenza de ser líder nacional en desapariciones, con más de 15,000 personas perdidas en las sombras.

Lemus ha dado pasos iniciales que, al menos en el discurso, reconocen la gravedad del problema, algo que su predecesor, Enrique Alfaro, evitó con frases desafortunadas que culpaban a las víctimas, culpando a los medios de magnificar el problema.

La creación de la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas Desaparecidas, aprobada en octubre de 2024 y jefaturada por Edna Montoya Sánchez, es una señal de intenciones. Promete centralizar esfuerzos, integrar tecnología forense y coordinarse con colectivos de buscadores, como Guerreros Buscadores de Jalisco. Reuniones con líderes como Indira Navarro, quien ha encontrado más fosas que muchas fiscalías, muestran una apertura que contrasta con el cerco de la administración anterior.

Sin embargo, las promesas no son nuevas. En 2018, Alfaro también anunció una “estrategia integral” que nunca llegó a puerto. La secretaría de Lemus, aunque bien intencionada, nace con dudas: el presupuesto de 65 millones 200 mil pesos se ve muy bajo si se trata de enfrentar y buscar solución al principal problema de Jalisco.

¿Evitará la burocracia que asfixia a la Comisión de Búsqueda? El anuncio de mesas de trabajo con la Universidad de Guadalajara y la FEU es positivo, pero suena a eco de iniciativas pasadas que se diluyeron en foros sin impacto.

Más preocupante es la falta de claridad sobre cómo enfrentará a la criminalidad tan poderosa en la entidad. Su respaldo a la investigación federal sobre el campo de entrenamiento y supuesto crematorio en el Izaguirre Ranch de Teuchitlán en marzo de 2025 sugiere disposición a colaborar con la Federación, pero delegar responsabilidades no basta en un estado donde la complicidad local es un secreto a voces.

Recursos, pero con condiciones

Jalisco no es cualquier estado. Con un presupuesto de 174 mil millones de pesos en 2024 y una economía pujante, Lemus tiene los medios para marcar una diferencia, pero solo si los usa con audacia. Puede transformar la Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas, hoy un elefante blanco, con investigadores capacitados y libres de nexos con el crimen.

Puede invertir en un Centro Regional de Identificación Humana, como el de Coahuila, para procesar los restos de las más de 1,000 fosas clandestinas halladas en el estado desde 2018. Puede, también, liderar un esfuerzo legislativo que garantice derechos a las familias de los desaparecidos, desde permisos laborales hasta fondos de reparación, algo que estados como Chihuahua han implementado con éxito.

Un plan sin excusas

Si Pablo quiere ser recordado como el gobernador que enfrentó la crisis de desaparecidos, debe actuar con medidas concretas y medibles, no con discursos. Primero, dotar a la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de al menos 500 millones de pesos anuales, suficientes para contratar forenses, analistas de inteligencia y equipo de geolocalización. Esta secretaría debe rendir cuentas trimestrales, con metas claras: localizar 1,000 personas vivas o restos identificados en dos años. Los colectivos, que han hecho el trabajo del Estado, deben tener un asiento permanente en su consejo asesor, no solo reuniones protocolarias.

Auditar la Fiscalía Estatal y la Comisión de Búsqueda. Casos como el de Teuchitlán, donde colectivos hallaron restos ignorados por las autoridades, son una bofetada a la confianza ciudadana. Depurar a funcionarios corruptos o negligentes es impostergable.

Crear un fondo estatal de 100 millones de pesos para las familias de los desaparecidos, cubriendo asistencia psicológica, legal y económica, como lo pidió Blanca Yolanda, cuyo caso sigue sin respuesta desde 2024.

Las buscadoras, como Indira Navarro, necesitan escoltas en zonas de riesgo, tras episodios como la emboscada de Tlajomulco en 2023 que dejó seis policías muertos. Quinto, impulsar una campaña estatal que use estadios, escuelas y medios para educar y movilizar. Los Charros de Jalisco podrían dedicar juegos a las víctimas, y los artistas locales, como Alejandro Fernández, podrían sumarse a un mensaje de unidad.

El papel de la sociedad

La sociedad también tiene un rol. He visto cómo la indiferencia ciudadana perpetúa estas tragedias. Lemus debe convocar a los jaliscienses a romper el silencio, denunciando anónimamente fosas o apoyando a colectivos. Pero no puede cargar solo con la responsabilidad: la Comisión Estatal de Derechos Humanos, que dirige Luz del Carmen Godínez, designada en los tiempos del gobernador Enrique Alfaro, que ha sido tibia en el tema de los desaparecidos, debe asumir una actitud responsable y comprometida con las víctimas y un rol más protagónico, ya que se requiere su voz a favor de la justicia y poner un alto a esta tragedia que tanto dolor ha ocasionado entre las familias jaliscienses.

Pablo tiene mucho por hacer y sin duda este tema de los desaparecidos es su principal desafío: si logra resolverlo pasará a la historia como el mejor gobernador de los nuevos tiempos, un gobernador comprometido y responsable. Eso es lo que anhelan los jaliscienses, que hable menos y actúe con más determinación, con metas y resultados tangibles y medibles.

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JALISCO

Simulación vestida de protocolo: Los balcones del poder y la tragedia de los desaparecidos

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Nada más ridículo, nada más infame, que la simulación vestida de protocolo. El jueves 10 de abril, mientras 20 rostros de estudiantes desaparecidos clamaban justicia desde las fichas pegadas en los muros del centro de Guadalajara, el equipo de comunicación del gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, montó su propio espectáculo desde el balcón del Palacio de Gobierno. No fue un acto de Estado. Fue un montaje. Un burdo teatro de crisis con telón de fondo, luces naturales y actores de reparto con cargo académico.

Allí estaban: la rectora general de la Universidad de Guadalajara, Karla Planter Pérez; la presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios, Zoé García Romero; y el secretario general universitario, César Barba Delgadillo. Todos ellos en fila, al sol, como si el guion les exigiera mostrar compromiso a base de insolación y sonrisa. Abajo, el dolor; arriba, la pose.

La escena no fue casual, fue deliberada. Y como suele ocurrir con las puestas en escena del poder, el tiempo fue el mejor cómplice. La cita originalmente pactada entre la rectora y el gobernador se iba a realizar en Casa Jalisco a las 11:30. Pero –¡oh divina coincidencia! – el encuentro se trasladó a Palacio de Gobierno a las 13:00 horas: justo cuando los estudiantes y familiares, con lágrimas y pancartas, tenían planeada su concentración frente al mismo edificio… ¡pura coincidencia!

¿Quién cree en coincidencias en política? Nadie con tres neuronas activas. Lo que vimos no fue la interrupción de una reunión para atender una protesta, sino la escenificación planeada de una falsa atención.

Lemus salió al balcón solo después de que los gritos desde la plaza lo obligaran. “¡gobernador, escúchanos, por favor!”, “¡somos estudiantes, no somos delincuentes!”, clamaban. Pero Lemus no se bajó a la plaza. En cambio, montó una mesa de trabajo a cielo abierto, en pleno balcón, como si los rayos del sol purificaran la hipocresía. ¿A quién carajos se le ocurrió ese patético espectáculo?

¿Y qué resultó de ese bochornoso espectáculo? La promesa de que habrá mesas de trabajo. Que habrá información. Que habrá coordinación con los tres niveles de gobierno. Palabrería hueca, reciclada de las promesas que no han impedido que Jalisco sea epicentro nacional de desapariciones. Que lo diga Teuchitlán. Que lo griten las familias que ya no duermen, que buscan en fosas y hospitales, en redes sociales y servicios forenses sobrepasados de cuerpos.

Lo más triste no fue Lemus. Fue ver a la rectora Karla Planter, a la dirigente estudiantil Zoé García y al secretario César Barba prestarse para semejante pantomima. ¿Qué hace una rectora sentada en un balcón mientras sus estudiantes exigen respuestas desde la calle? ¿A quién representa una líder estudiantil que se deja retratar como ornamento de la simulación institucional? ¿Dónde está la autonomía universitaria si el rectorado y su representación estudiantil se convierten en comparsa del Ejecutivo?

Planter, en un tuit posterior, habló de “coincidencias”. García Romero no cuestionó el cambio de sede ni de hora. Barba, en silencio. Y mientras tanto, la FEU difundía en sus redes: “¡Nos faltan estudiantes!”. ¿Nos faltan? Sí. Pero también nos sobran funcionarios indiferentes y dirigentes estudiantiles obedientes.

Los manifestantes pedían justicia, no una sesión de fotos. Exigían presencia del Estado, no una escena grotesca de conciliación ficticia. Lemus, experto en manejar el escaparate político, hizo lo que mejor sabe: montarse en una crisis para aprovechar una oportunidad. Nada nuevo. Así gobernó Zapopan. Así deslumbró en Guadalajara. Así inaugura su sexenio en Jalisco: entre cortinas, cámaras y balcones.

El mensaje no fue para las familias. Fue para los likes, para los reels, para los medios. Lo que logró el equipo de comunicación del gobierno de Jalisco fue una producción de redes sociales disfrazada de política pública. Una respuesta oportunista a una crisis estructural.

Pero lo más ofensivo fue que todo ocurrió unos días antes de Semana Santa, cuando los estudiantes están de vacaciones, cuando las escuelas están cerradas, cuando los pasillos universitarios están vacíos.

Este es el fondo del problema: mientras el dolor se expresa con marchas, el poder responde con puestas en escena. Mientras los familiares pegan fichas de búsqueda, el equipo de comunicación del gobernador pega frases hechas. Mientras se juega con el sufrimiento ajeno, se manipula a los medios con imágenes producidas desde Casa Jalisco.

Y no se engañen. Esto no es un error de cálculo, ni una falla de protocolo. Es estrategia. Es una narrativa de control que busca normalizar el horror con mesas, actas, sillas al sol y comunicados institucionales.

Pero hay cosas que no se maquillan. La ausencia de 20 estudiantes no se borra con videos. La responsabilidad del Estado no se elude con balconazos. La dignidad de una universidad pública no se entrega por un lugar en la escenografía oficial, olvidando que el líder moral del Grupo Universidad prefirió morir antes que claudicar… precisamente aprovechando las vísperas de una Semana Santa.

La gran pregunta que queda es: ¿hasta dónde están dispuestos los actores universitarios a prestarse al juego del Ejecutivo? Porque hoy, frente a todo Jalisco, su papel no fue el de contrapeso, sino el de patiños. Y si ese será el tono de los próximos seis años, entonces el guion está claro: los balcones seguirán llenos de sonrisas vacías, mientras las calles se llenan de nombres, rostros y ausencias.

Y ahí sí, ni con todos los reflectores del mundo podrán ocultar el vacío.

En X @DEPACHECOS

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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