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MUNDO

Reta al establishment del imperio: Robert Kennedy Jr. vs Joe Biden; la contienda por la cordura en EUA

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

Robert Kennedy Jr. ha decidido retar a la actual clase gobernante que está representada por Joe Biden y Kamala Harris, y se registra como precandidato para buscar ser el abanderado del Partido Demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, poniendo presión a Joe Biden quien se dice que el martes 25 de abril anunciará su campaña de reelección.

El momento estará enmarcado por la presión que tiene por no crecer en las encuestas nacionales y ante el riesgo de que otros aspirantes le entren al ruedo en busca de la candidatura de su Partido para el 2024 como ya lo está haciendo Kennedy.

Los Kennedy no necesitan presentación, pero tal vez valga la pena recordar algunos puntos que hoy parecen irónicamente similares a los años 60´s. Después del asesinato de su hermano John, Robert, quien había sido procurador general de justicia, lanzó su candidatura en contra de quien había sido el vicepresidente de su hermano y era en ese momento presidente de EUA, Lyndon B. Jonhson, quien desde la Casa Blanca apoyaba a su propio vicepresidente el ex senador Hoover.

En ese lejano marzo del 1968 Robert Kennedy padre decía “…Anuncio el inicio de mi campaña por la presidencia de los EUA, proponiendo una nueva política que acabe con el baño de sangre en Vietnam, quiero que el Partido Demócrata represente esperanza y unidad en lugar de división y desesperanza, por la reconciliación en lugar de guerra…”, para junio lo habían asesinado después de algunas importantes victorias al interior del Partido Demócrata en contra del candidato de Johnson.

Junto con la industria militar, Lyndon Johnson fueron los mayores beneficiarios de los asesinatos de los hermanos Kennedy. Después del asesinato de JFK, Johnson inició en meses la guerra en contra de Vietnam y propuso eliminar el respaldo del oro al dólar para poder imprimir millones de dólares sin necesidad de respaldo creando la adicción de los bancos centrales de muchos países, de ahí en adelante, de imprimir a lo loco para pagar sus proyectos.

La elección de 1968 en EUA, después del asesinato del candidato Robert Kennedy logró que el vicepresidente Hoover compañero de fórmula de Lyndon B. Johnson perdiera en contra del Republicano Nixon quien puso fin a la guerra de Vietnam en contra de lo que pedían los poderosos, pero ya no dio paso a quitar el oro como respaldo al dólar, pero en este renglón logró un acuerdo con los países de Oriente para usar al dólar como moneda de uso en las operaciones de venta de energéticos lo que dio estabilidad al dólar a pesar de no estar respaldado por ningún bien tangible.

Dicho sea de paso y como parte de las críticas de Kennedy vs Biden, ese acuerdo de Nixon que respaldó al dólar por décadas y a pesar de no estar garantizado con oro, se ha roto por la mala política exterior del actual presidente de EUA y ahora varios países utilizan al yuan en lugar del dólar para el comercio y en especial para la compra venta de energéticos como lo ha hecho en fechas recientes incluso Francia con Arabia Saudita.

Como sabemos Nixon renunció a la presidencia por haber puesto grabadoras en las oficinas del Partido Demócrata, pero su salida de Vietnam le costó el odio de muchos aliados del gobierno que milagrosamente sabían de la grabación que le costó la presidencia y que prefirieron regresar el poder al Partido Demócrata, que pocos años antes había bloqueado las leyes de igualdad racial que proponía su propio militante Kennedy antes de ser asesinado en Texas, tierra de su vicepresidente Lyndon B Johnson.

Biden prometió unir a EUA y al mundo. Dijo ser el Presidente de la conciliación que reafirmaría alianzas con el mundo y acabaría con la creciente división interna que padecen los EUA. Que seguiría la ciencia y que apoyaría a las mujeres.

Robert Kennedy Jr. se ha lanzado al ruedo con un mensaje similar al de su padre: en contra de guerras absurdas, en contra de fomentar las divisiones nacionales y de gastar dinero en armas en lugar de en educación y salud. Ha dicho que la actual política exterior de Estados Unidos de Norteamérica estaba debilitando a su propio país y que en contraste acercaba a los antiguos aliados como Arabia Saudita a Rusia y a China.

«Necesitamos regresar al Partido Demócrata a ser el partido de JFK, Roosevelt, Martin Luther King y de esos valores. debemos cuestionar si los motivos por los que estamos actuando en la política interior y en el mundo son los correctos. Voy a luchar en contra de la política entregada a los intereses de las empresas que hoy gobiernan Washington. Necesito la ayuda de todos los demócratas y también de los republicanos huérfanos…” El mensaje de Robert Kennedy hijo fue un mensaje al estilo estadounidense, ignorado por las grandes cadenas de comunicaciones en ese país o en el mundo. ¿La razón?

Simplemente, está fuera de moda en su mensaje de unidad y de valores tradicionales. Cometió el pecado capital de cuestionar e ir en contra de las industrias que se enriquecieron con los encierros del Covid19 y con la guerra de Ucrania. Eso le costará mucho en su partido y al interior de un fenómeno global que ha dado poder a gobernantes para ser casi reyes y a las empresas clave para ser monopólicas con recursos y apoyo de los gobiernos. Lo que yo llamo el nuevo feudalismo. Para Kennedy el gobierno de EUA se ha convertido en una plutocracia avara.

¿Por qué se lanza tan fuerte Kennedy en contra del líder de su propio partido Joe Biden? Él asevera que en EUA se tiene a un gobierno que teme y desprecia a sus gobernados, invitando a los electores a regresar a la integridad, el respeto a la constitución, unidad, respeto a las garantías civiles y fin a la guerra votando por él. Kennedy está sonando la alarma como en su momento lo hicieron su padre y su tío, destacando en sus mensajes los siguientes asuntos:

El actual gobierno está afectando los derechos de las mujeres obligándolas a compartir prisiones, baños, vestidores y hasta competencias deportivas con hombres trans que se dicen mujeres bajo el supuesto de igualdad de derechos.

EUA ha gastado más de cien mil millones de dólares en armas para prolongar la guerra de Ucrania mientras que el precio de los alimentos en ese país ha aumentado hasta en un 70% durante los últimos dos años dejando al 57% de los habitantes de ese país con menos de mil dólares en ahorros para enfrentar cualquier emergencia, imprimieron decenas de millones de millones de dólares para dar a las grandes empresas, arruinando el valor de la moneda y generando la peor inflación mundial en 40 años.

Han muerto más de 300 mil soldados de Ucrania, pero se dice que la guerra va bien como se dijo de Vietnam. “Mi hijo peleó en Ucrania estoy a favor de la libertad, pero esto está siendo prolongado por negocio”.

El gobierno de EUA y los del Mundo forzaron a sus ciudadanos a dejar de trabajar y a recibir medicamentos durante la pandemia del Covid-19 en forma de vacunas, sin hacer estudios de efectividad para prevenir contagios, esto a pesar de que la propaganda oficial decía que si se vacunaba a la población esto evitaría el contagio lo que se probó ser mentira, obligando a consumir el medicamento a gente que no se beneficiaría al hacerlo pero que sí corría riesgos por efectos secundarios que no se han difundido.

Acusa la relación de complicidad entre funcionarios de las empresas medicamentos y altos funcionarios del gobierno de EUA y del mundo, que generando miles de millones de dólares a favor de unos cuantos usaron a la pandemia como pretexto. Las medidas de la pandemia arruinaron la economía del mundo y aumentaron en 30% la riqueza de unos cuantos.

Biden anunció el jueves pasado una reglamentación que daría subsidios a las personas con mal historial crediticio para comprar casa cobrando el diferencial a los que tengan mejor crédito bajo el argumento de que los que tienen mejor crédito tienen más para pagar intereses altos.

Esto parece un insulto a los que pagan sus cuentas a tiempo o a los que se esfuerzan en no endeudarse, pero parece que está de moda gastar lo que no se tiene, decir que se es lo que no se es biológicamente y dar dinero a empresas privadas bien relacionadas al tiempo que se le pide a los trabajadores que aprendan a vivir con menos.

Estos son los puntos que Kennedy está abordando, pero el Comité Nacional del Partido Demócrata ya dijo que no hay planes para debates entre Biden y Kennedy. En los 60´s su padre abrió los ojos a los ciudadanos sobre Vietnam, en los 80´s su tío Ted Kennedy abrió los ojos en contra de la pésima política económica de Carter, padrino político de Biden y ahora es Robert Jr. quien se lanza al ruedo tratando de rescatar valores de un país que está muy dividido. Para Kennedy, los partidos de hoy en EUA son los partidos de la guerra trogloditas del poder.

Según Kennedy en los últimos diez años, “China ha desplazado al imperio militar de EUA con el hábil manejo del dinero, enviando recursos a los países para la construcción de puentes o puertos, mientras que EUA lo ha usado para bombardearlos, haciendo evidente que esto abre la puerta a la caída del “Breve centuria de América”.

Biden y la CIA se oponen a continuar liberando documentos sobre los asesinatos de los dos Kennedy. Tapar la información de un asesinato de hace 60 años parece ser lo que convence a Robert de que en el actual sistema político nadie quiere la verdad, sino servirse del poder.

“Duele ir contra de Joe Biden a quien conozco desde hace años, pero estas políticas están aniquilando a la clase media, usando al poder para censurar a los que piensan distinto, imprimiendo dinero para rescatar a banqueros y guerras, mientras que se reduce el gasto en programas sociales. El sistema está amañado y hay que romperlo. Yo muestro que sin estar de acuerdo en todo debemos hablar y ponernos de acuerdo”.

“Mi familia sabe los riesgos de ser candidato, pero le temo más a seguir viendo cómo se pierde la constitución y no hacer nada y puedo ganarle a Trump mejor que Biden”. No creo que Kennedy tenga una oportunidad real de ganar la designación del Partido Demócrata que está entregado a los intereses corporativos globales, como también los están gran parte de los líderes tradicionales del Partido Republicano, pero esto muestra que hay una gran parte de ciudadanos de clases medias y populares de ese país que no están contentos con la política local o internacional que sus líderes están siguiendo.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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