OPINIÓN
DE FRENTE AL PODER /// Reconciliación para la refundación

Por Óscar Ábrego ///
Creo que soy de los pocos –quizás muy pocos- que coinciden con el gobernador en la necesidad de refundar Jalisco. Y aunque me parece que hacerlo desde un enfoque jurídico-partidista vicia el propósito, lo cierto es que todos los indicadores nos demuestra que nuestro modelo de convivio social, político y económico está agotado.
Recordemos que la refundación es un proceso, es la consecuencia de modificar algo de manera significativa y profunda. Desde esta perspectiva, pienso que Enrique Alfaro tiene razón. Hay que rehacer la forma en que nos relacionamos los unos con los otros y el modo en que se elaboran las políticas públicas y se ejecutan los planes de gobierno.
Si bien es cierto que Jalisco ha dado importantes pasos hacia adelante en diversos ámbitos –en especial el tecnológico y agroalimentario-, también es verdad que figuramos como una de las entidades más violentas y corruptas de México.
A lo anterior habrá que agregar que la coyuntura histórica en la que nos encontramos, acasoy sólo se presta para deliberar –en un marco de incluyente pluralidad- sobre las opciones que tenemos para mejorar nuestra calidad de vida, pero no para crear una nueva Constitución.
Y esto es justo lo que al parecer ya comprendió Alfaro Ramírez, quien admitió que el procedimiento que deberá seguirse para la creación de una nueva Constitución local y las reformas en la legislación secundaria, podría llevarse al menos la mitad del actual sexenio.
Considero que antes habría que valorar si las condiciones actuales son propicias para provocar un debate profundo sobre el asunto. En lo personal me parece que no, y es que advierto que ni siquiera entre las distintas células políticas, académicas, patronales, sindicales y de la sociedad en general, se comprende bien a bien qué quiere decir este gobierno cuando habla de la refundación de Jalisco.
No se entiende por varios motivos. Uno de ellos es que de por sí el tema es complejo, sobre todo cuando la atención del ciudadano común se centra más en lo inmediato, como lo es la inseguridad, la falta de oportunidades laborales o las pésimas condiciones en que opera el transporte público.
Otro punto es que a nivel mediático han sido mucho más potentes –por ejemplo- el meme del claxon y las noticias relativas a la desaparición del Instituto Jalisciense de las Mujeres o el IJAS, en comparación con el desangelado acto protocolario del pasado 5 de febrero, cuando el gobernador lanzó la propuesta de instalar un Congreso Constituyente para elaborar una nueva Constitución estatal.
Así las cosas, la refundación de Jalisco será muy poco atractivo para los ciudadanos si antes no se construye un discurso que capte el interés general, y para ello valdría la pena primero buscar la reconciliación entre los protagonistas del poder público y privado.
Sin reconciliación jamás habrá condiciones favorables para la refundación. Y es que cuando hablamos de reconciliación nos referimos al restablecimiento de la concordia y el respeto entre todas las partes involucradas en un proyecto de tal envergadura.
Seamos francos, por ahora prevalece la imposibilidad de sacar adelante la llamada refundación en virtud de que no hay consensos ni un ambiente que lo permita; para lanzar un llamado a la refundación, conviene que sea el propio mandatario el que convoque a la reconciliación del Estado a partir de un actuar sereno y prudente. De no ser así, y de no lograrse, las recientes y profundas diferencias entre el actual gobierno y asociaciones civiles, abonarán más a la discordia que a la legitimidad.
La refundación de Jalisco tiene que transitar por la vía de las consultas y los acuerdos, y más aún, a través de la tolerancia y la disposición de considerar propuestas que nada tienen que ver con la visión de micro grupos que sólo evidencian una ansiosa vocación por salvaguardar sus privilegios al amparo del poder.
La refundación de Jalisco debe pasar por la reconciliación del gobierno con todas aquellas organizaciones ciudadanas que han sido ofendidas, lastimadas e ignoradas.
JALISCO
La última piedra de Carlos Ramírez

-Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
La vida pende de un hilo tan delicado que, en un instante, puede romperse. Hoy compartimos risas, palabras y momentos con seres queridos; mañana, esos instantes podrían ser el último eco de nuestra existencia.
La muerte, impredecible y silenciosa, no avisa, como nos lo recordó la trágica pérdida de Carlos Ramírez Powell, politólogo y colaborador de Conciencia Pública, quien falleció en un accidente de bicicleta. Su partida abrupta nos confronta con la fragilidad de la vida y el valor de cada instante.
Conciencia Pública ha vivido dos épocas, la primera de ellas de 1987 a 1995, fueron poco más de 300 ediciones, iniciando publicación mensual y al poco tiempo se convirtió en semanario. Y la segunda época a partir del 2009 hasta hoy, con la presente edición, son 801 ediciones, entre los dos tiempos suman más de 1,100 ediciones.
Esto viene a colación a propósito de cómo llegó Carlos Ramírez Powell a las páginas de Conciencia y la amistad que entre ambos iniciaría y que trascendería en el tiempo, formando parte de estas dos épocas de nuestro semanario.
DANIEL CAMACHO Y LA ÚLTIMA PIEDRA
Quiero recordar que a Carlos lo conocí gracias a Daniel Camacho, quien hizo sus primeros trotes en el mundo del periodismo desde las páginas de Conciencia y hoy estelar cartonista de Reforma.
El pasado sábado, temprano y muy conmocionado Daniel me mandó un mensaje para recordarme aquel episodio de cómo Carlos llegó a Conciencia para escribir cada semana su artículo que publicamos y que llevó por nombre “La última piedra”. Así lo platica: “Recuerdo que estábamos Carlos y yo en un cafecito de Av. La Paz y le dije ponle nombre a la columna. Y me respondió algo así como “ha chirrión…pues como decía Jesús el que esté libre de culpa que aviente la primera piedra, pregúntale a Gabriel si le puedo poner “la última piedra”. Esto es expresión de la chispa y profundidad que distinguió a Carlos.
Así fue. Y así se mantuvo hasta el cierre de Conciencia Pública de su primera etapa, cuando nos agarró fuera de base la devaluación del 95, producto del error de diciembre de Zedillo y Jaime Serra Puche.
Camacho, joven inquieto en aquella época, estudiante de derecho, abrió las páginas de Conciencia Pública para jóvenes talentosos que soñaban con trascender en el mundo de la política y poder plasmar aquí sus inquietudes en el tránsito por encontrar su vocación. Por citar algunos casos, así llegaron Alberto Uribe y Rogelio Campos, que luego darían el paso a la administración pública y al complejo mundo de la política.
Daniel llegó a cultivar una relación estrecha con Carlos Ramírez, que la mantuvo a pesar de la distancia y de cambiar su residencia de Guadalajara por la Ciudad de México donde se ha movido como pez en el agua en el mundo de los intelectuales, su mundo, donde consolidó su vocación.
Carlos también formó parte de la segunda etapa de Conciencia a partir de abril del 2009. Se integró al proyecto como integrante del Consejo Editorial y lo hizo con esa generosidad que lo distinguía para volver a publicar “La última piedra”, analizando temas de geopolítica, la problemática del petróleo, advirtiendo que México se convertiría de productor a importador de petróleo.
En una entrevista que aquí publicamos, expresó: “La exportación termina durante este sexenio y el dinero fue mal empleado, no se invirtió en transporte masivo: todo para el automóvil. El modelo de movilidad con base en el automóvil agoniza y México no ha comenzado siquiera a pensar en qué es lo que lo van a sustituir”.
LAS LUCES DE CARLOS
En el periodismo, caminamos con paso firme, sorteando obstáculos para informar, analizar y dar voz a la realidad. Carlos, con su pluma aguda y su mirada crítica, fue un ejemplo de esa vocación. Sus colaboraciones en Conciencia Pública dejaron una huella imborrable, con análisis que iluminaban las complejidades del entorno político y social de Jalisco y México.
Su trabajo, siempre riguroso, reflejaba un compromiso con la verdad y la reflexión profunda, una pasión que compartía con quienes, como él, han hecho de esta revista un espacio de pensamiento crítico.
El lunes pasado celebramos la edición 800 de Conciencia Pública, un hito que reúne las voces de quienes, como Carlos, han plasmado su visión del mundo en estas páginas. Cada artículo, entrevista y análisis es un testimonio de la lucha por comprender y transformar la realidad, aun sabiendo que nuestro tiempo es limitado.
La muerte de Carlos nos recuerda que, en este oficio, cada palabra cuenta, cada idea es un legado. No sabemos cuándo llegará nuestro final, pero sí podemos decidir cómo vivir cada día: con propósito, con valentía, como él lo hizo.
Su ausencia duele, pero su vida nos inspira. En este frágil sendero entre la vida y la muerte, su “Última Piedra” sigue resonando, recordándonos que el periodismo, como la vida, es un acto de resistencia y creación. Honramos su memoria reafirmando nuestro compromiso con un periodismo que ilumina, como él lo hizo, en línea con los valores de verdad.
NACIONALES
Del montaje a la ignominia: El caso Vallarta y el fracaso del Estado mexicano

-Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
Hay historias que condensan en un solo expediente toda la descomposición de un sistema. El caso de Israel Vallarta Cisneros es una de ellas. Después de casi veinte años de prisión, el 31 de julio de 2025 una jueza federal ordenó su liberación al concluir que la Fiscalía General de la República (FGR) no logró comprobar las acusaciones.
Vallarta había sido acusado de liderar la banda de secuestradores “Los Zodiaco”, pero lo que en realidad evidenció su expediente fue el uso sistemático del montaje mediático, la tortura y las violaciones al debido proceso como herramientas de control político.
El calvario comenzó el 9 de diciembre de 2005, cuando Vallarta y su entonces pareja, Florence Cassez, fueron detenidos en el rancho “Las Chinatas” en Tlalpan, Ciudad de México. La Agencia Federal de Investigación (AFI), bajo el mando de Genaro García Luna, montó una recreación del operativo ante las cámaras de televisión. Tres víctimas de secuestro fueron “rescatadas” frente a los reflectores, en un espectáculo cuidadosamente guionizado que fue presentado como prueba de eficacia policial.
El 10 de febrero de 2006, García Luna reconoció que la detención y el rescate habían sido montados. Pero para entonces el daño ya estaba hecho. Francia protestó por el trato a Cassez, su ciudadana, y tras años de litigio la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó su liberación en enero de 2013, al considerar que su proceso estaba viciado de origen. Vallarta, en cambio, quedó hundido en la maquinaria judicial.
Durante años, Vallarta denunció torturas para arrancarle confesiones y la fabricación de pruebas. La reciente sentencia de la jueza Mariana Vieyra Valdés, Tercera de Distrito en Materia Penal del Estado de México, le dio la razón: el montaje televisivo y las violaciones al debido proceso invalidaron las pruebas en su contra. Vieyra anuló los testimonios de las víctimas, obtenidos bajo coacción, así como el parte informativo de la captura, las diligencias de reconocimiento en cámara Gesell y la confesión ministerial rendida bajo tortura en 2005. Incluso desechó las declaraciones de David Orozco Hernández “El Géminis” y Dither Camarillo Palafox “Tauro”, quienes confesaron ser miembros de “Los Zodiaco” pero no ratificaron sus dichos ante el juez.
El fallo es contundente: “Se advirtió un efecto corruptor en el proceso derivado de la escenificación ajena a la realidad, que violentó los derechos de los inculpados y de las víctimas”. Vieyra recordó que el montaje fue auspiciado por medios de comunicación nacionales e internacionales, lo que contaminó el proceso de manera irreversible.
Pero mientras Vallarta pasaba casi dos décadas en prisión, los responsables directos de esas ilegalidades siguieron escalando posiciones o disfrutando de la impunidad. Luis Cárdenas Palomino, brazo derecho de García Luna, y Francisco Javier Garza Palacios, ambos exdirectores de la AFI, fueron señalados por Vallarta como los principales responsables de su calvario. También Jorge Rosas García, ex titular de la Unidad Especializada en Investigación de Secuestros de la SEIDO, y el exprocurador general Daniel Cabeza de Vaca. Algunos enfrentan procesos por otros delitos, pero ninguno ha rendido cuentas por el montaje que destruyó la vida de Vallarta.
Al salir del penal del Altiplano, Vallarta pidió perdón a las víctimas de los secuestros que se le atribuyeron. No por aceptar una culpa inexistente, sino porque entendía que ellas también fueron violentadas por la manipulación de las autoridades. “Las víctimas que son víctimas, porque hay algunas que no lo son, que se sientan lastimadas y agredidas, yo les ofrezco una disculpa, no por mí, sino por las acciones de los malos policías, que por sacar un trabajo que no hicieron, utilizaron las mentiras”, dijo.
Aseguró que no se esconderá ni abandonará el país. También adelantó que analiza interponer una demanda contra el Estado mexicano por los daños ocasionados por casi veinte años de prisión. “Si prospera la de tortura, pues le van a dar de 3 a 4 años a Cárdenas Palomino; yo estuve 20, ¿cómo que no es válida la balanza, ¿no?”, cuestionó. Vallarta lo tiene claro: su caso no es un triunfo, es apenas el reconocimiento tardío de una injusticia monumental.
El caso Vallarta es más que un expediente judicial: es la radiografía de un sistema que privilegia la narrativa sobre la verdad. En mayo de 2024, tras 18 años, se cerró la instrucción del juicio, y en julio la FGR pidió 430 años de prisión por delincuencia organizada, secuestro y posesión de armas de uso exclusivo del Ejército.
La cifra era tan absurda como simbólica: una condena ejemplar para encubrir el fracaso institucional. Pero el castillo de naipes se derrumbó: la jueza concluyó que las pruebas eran insostenibles y absolvió a Vallarta.
El contraste con el caso Cassez es brutal. La Suprema Corte la liberó en 2013 por las mismas irregularidades, pero dejó a Vallarta en prisión. La diferencia era política y mediática: Francia presionó por su ciudadana; Vallarta era mexicano y pobre. La doble moral del Estado quedó exhibida.
El propio presidente Andrés Manuel López Obrador llegó a anticipar en 2021 que Gobernación podría solicitar la liberación de Vallarta si encontraba elementos suficientes. La Secretaría de Gobernación, entonces encabezada por Olga Sánchez Cordero, anunció en 2019 que revisaría el caso. Pero pasaron seis años más antes de que un tribunal actuara.
La liberación de Vallarta no repara el daño, pero deja varias lecciones. La primera: el montaje mediático como herramienta de control sigue vigente. La segunda: las instituciones mexicanas, incluidas la FGR y el Poder Judicial, operan más como engranajes de simulación que como garantes de justicia. La tercera: mientras no haya consecuencias para los funcionarios que fabrican culpables, la historia se repetirá.
El caso Vallarta debe ser un parteaguas, pero el pesimismo es inevitable. La FGR ya ha demostrado que prefiere salvar la cara antes que reconocer errores. Los políticos, de cualquier partido, siguen usando la seguridad pública como espectáculo. Y los medios que transmitieron el montaje en 2005 apenas si han hecho un mea culpa.
El sistema judicial mexicano está enfermo, y el expediente Vallarta es su radiografía más cruel: un hombre destruido, víctimas revictimizadas, instituciones deslegitimadas. Nada de esto es nuevo. Lo grave es que todo sigue igual.
La pregunta incómoda es cuántos Vallarta más existen en prisión, sin cámaras ni embajadas que exijan su liberación. Y lo peor: a quién le importa. Porque en un país donde el espectáculo sustituye a la ley, la justicia no llega. Se administra, se negocia o, en el mejor de los casos, se concede como una gracia tardía.
En X @DEPACHECOS
JALISCO
Altagracia Gómez

-De Frente al Poder, por Óscar Ábrego
Quienes me conocen saben muy bien que tengo una fascinación por la gente exitosa.
Y es que las mujeres y hombres de éxito cuentan con una serie de recursos mentales y emocionales que no todas las personas poseen o logran desarrollar.
De hecho, una de mis mayores alegrías es que mis mejores amistades y vínculos afectivos, se ligan a quienes hacen de su vida una experiencia trascendente.
Así pues, no tengo empacho en hacer pública mi admiración por las personas felices y triunfadoras.
Lo anterior viene a cuenta porque en el campo de la política es poco común atestiguar la incursión, en especial de una mujer joven, que vaya acompañada del prestigio empresarial.
Altagracia Gómez dio un salto cuántico ante los ojos de la opinión pública cuando fue nombrada asesora de la presidenta Claudia Sheinbaum como titular del Consejo Asesor Empresarial, y cuya función primordial es ofrecer asesoría estratégica para la elaboración y ejecución de planes en materia de políticas que impulsen el crecimiento económico del país.
No se trata de cualquier rol; es un papel de la más alta relevancia en un entorno internacional tan complejo e impredecible como lo es Donald Trump.
Nunca he tenido la oportunidad de conocerla; sin embargo, me aseguran que es alguien verdaderamente comprometida con la causa que abandera y que tanto su carácter como temperamento son compatibles con los de la familia de la que proviene; es decir, lo menos que se puede esperar de ella es seguridad, formalidad y arrojo.
Hace días asistió a un encuentro de mujeres emprendedoras en el que expuso la importancia de la intervención femenina en las decisiones clave del gobierno.
“Cuando hay cosas que parezcan imposibles o situaciones que parezcan insuperables, falta poner una mujer mexicana al frente para ver cómo se superan, y en eso creo que lo han hecho excelente las madres de familia mexicanas, lo han hecho excepcionalmente las empresarias mexicanas. Hoy tenemos el primer consejo asesor presidencial con mayoría de mujeres, y lo han hecho excelentes las líderes que han surgido de distintos ámbitos, ¿no? A niveles municipales, estatales, nacionales.”, dijo.
Uno de sus promotores más entusiastas, actual funcionario estatal y que fue colaborador cercanísimo a su padre Raymundo Gómez Flores, trabaja casi obsesivamente por sembrar la percepción en el llamado “círculo rojo”, que puede ser una buena opción como candidata de Morena al gobierno de Zapopan.
Yo difiero.
Considero que el aporte de Altagracia Gómez Sierra está en la cancha nacional con un enfoque global.
Personalmente la visualizo muy cerca de Claudia Sheinbaum en virtud de que su sola presencia le da un toque de frescura institucional al gobierno de la Cuarta Transformación.
Francamente no la imagino, al menos no en las próximas elecciones, haciendo campaña en colonias como las Mesas Coloradas, Tetlán o El Bethel, por citar algunas de las más representativas de la carencia y falta de servicios.
Por eso estoy convencido de que su contribución a México tiene un alcance más significativo al lado de la mandataria.
Ahora bien, hay que decirlo con toda claridad: si hay un perfil que necesitamos no solo en Jalisco, sino en el país, es el de ella.
Pase lo que pase con su carrera en los ámbitos público y privado, es de ese tipo de liderazgos femeninos que merecen toda nuestra consideración.
Ojalá que algún día tenga el privilegio de decírselo en persona.
@DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, activista, escritor y analista político.