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NACIONALES

Libertad y libertinaje

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De primera mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín //

DURANTE el siglo XX, los presidentes de México reiteraban su convicción de que, en tratándose de la Libertad de Prensa, “era preferible tolerar los excesos, que limitar la libertad”. A la par, si las y los manifestantes se atrevían a tomar la calle y hacer destrozos en la vía pública, la autoridad se hacía presente.

En nuestros días se censura la libertad y se permite el libertinaje. Ahora, las y los manifestantes no solo toman las calles, sino que destruyen los lugares públicos; es decir, su propia casa, ante los ojos de una autoridad impasible a la que tampoco le interesa hacerse presente.

Se pueden justificar de mil maneras las protestas callejeras y, sobre otras, las que encabezan los grupos de mujeres exigiendo el respeto a sus derechos. Más allá de eso, las manifestaciones por el Día Internacional de la Mujer (8M) se han convertido en un solo grito para que el gobierno cumpla con su deber y pare los feminicidios.

Sin embargo, las y los gobernantes, en la actualidad, muestran sus rostros alegres por vivir intensamente una realidad alterna en la que “el pueblo es feliz, los homicidios y feminicidios van a la baja y la política de abrazos y no balazos ha funcionado”.

Una de las consecuencias de vivir en esa realidad alterna es que las mujeres no son escuchadas. Las madres buscadoras han sido “criminalizadas” en esta “cuarta transformación” y los grupos feministas “son parte de un plan para desprestigiar al gobierno”.

Pero al mismo tiempo, se les permite manifestarse y destrozar la ciudad y los lugares públicos.

Así, cada quien vive su libertad, en tanto la realidad en las calles de México no ha cambiado: Narcotráfico, crimen, feminicidios, secuestros, zonas en guerra.

Y el grito partido por la exigencia de salvar vidas y recuperar la paz y la tranquilidad en el país continuará ante un pueblo “feliz” que con sus impuestos paga los destrozos de los lugares públicos y las ciudades, hasta en tanto no reaparezca una autoridad y se decida dar respuesta a un pueblo que hoy, no es feliz.

Es el país en que la libertad, combinada con el libertinaje, cohabita en el privilegio.

DEL MENSAJE ofrecido por la presidenta Claudia Sheinbaum este domingo en el zócalo de la ciudad de México, me quedo con dos de sus frases… La primera: “Estamos en el mejor momento para convertir a nuestra región en la más importante del mundo y competir así con otras regiones”… La segunda: “Debemos seguir bajo la siguiente estrategia: fortalecimiento del mercado interno, ampliar la autosuficiencia en alimentos y energéticos, promover la inversión pública, promover la producción nacional y fortalecer la base de nuestro proyecto, los programas del bienestar”… La mandataria aprovechó esta concentración de más de 200 mil personas “acarreadas” desde varios estados, para emitir un informe al estilo López Obrador y enviar mensajes al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, al reiterar el destino de ser vecinos y ahora socios dentro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (impuesto desde la época neoliberal)… Fue un mensaje vestido totalmente de política… Como dijo la periodista Maricarmen Cortés, Trump nos amenaza con una medida económica y Sheinbaum responde con una medida política, porque la preocupación principal es que su narrativa la compre el pueblo de México… Y porque para alcanzar el propósito de convertir a México en la región más importante del mundo, se verá en la necesidad de cambiar las medidas populistas que se han implementado desde el año 2018… De continuar, el abismo estará más cerca… Con la frase final reitera el dominio del Estado mexicano en las actividades productivas y el control político a través de sus programas sociales… La moneda está en el aire, sobre todo porque el vecino y socio del norte no tiene palabra y continuará presionando con sus banderas de lucha contra el fentanilo, los cárteles de las drogas y la migración y, ante ello, el gobierno de la “4-T” estará bajo ese yugo.

POR CIERTO, en ese mismo evento en el Zócalo, el saludo de Claudia Sheinbaum para Ricardo Monreal y Adán Augusto López, entre otros personajes de MORENA –ahí estaba “Andy” López Beltrán- fue particularmente frío… Es una evidencia de la muestra que esos personajes manifestaron a favor de Andrés Manuel López Obrador y no con quien despacha en Palacio Nacional, que se expuso a la luz pública en la votación para aprobar la ley contra el nepotismo y su aplicación en el año 2030…

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Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

LAS NOTICIAS PRINCIPALES:

Fallo ambiental que resuena: «No estoy para ser querida, sino para cumplir con diligencia», magistrada Fanny Jiménez

Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU

Mensaje del gobernador en el Informe de Quirino: «Tlajomulco es un ejemplo de coordinación y visión de futuro»

Primer Informe de Gerardo Quirino en Tlajomulco: Un gobierno siempre cerca, que escucha, atiende y resuelve

Charros se quedó sin gas: Diablos, digno campeón

Carlos Urrea rescata a un héroe olvidado, presenta el libro «General Urrea: La Independencia de México»

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NACIONALES

Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

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– De Primera Mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín

UNA DE LAS evidencias de que el sistema político del México de nuestros días es parecido al PRI hegemónico de hace 50 años es el combate a la corrupción de acuerdo a intereses políticos del grupo en el poder, con una gran diferencia ahora: Los funcionarios de primer nivel son intocables.

No hubo un solo presidente de la república de aquel viejo PRI, que no impusiera su voluntad y enviara un mensaje a la clase política de que había un nuevo líder en Los Pinos. Las demostraciones incluían cárcel para figuras de alto nivel. Así, estuvieron tras las rejas el senador Jorge Díaz Serrano, director de PEMEX, con el presidente José López Portillo, varios gobernadores y hasta un hermano del presidente Carlos Salinas, Raúl.

A partir del año 2018, el hombre que tuvo como lema de campaña presidencial el ataque a la corrupción, Andrés Manuel López Obrador, en los hechos cubrió a los corruptos de primerísimo nivel.

Solo dos botones de muestra: Ignacio Ovalle Fernández, director de SEGALMEX, y Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad. Aplicó la máxima de Benito Juárez: “A los amigos, perdón y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.

Entre los enemigos actuó contra Emilio Lozoya, director de PEMEX con el presidente Peña Nieto, acusado de haber recibido sobornos de una empresa petrolera del Brasil, pero al final del día su gobierno acordó y el acusado está en casa.

El cinismo de AMLO incluyó su admisión de la existencia de corrupción en Segalmex, cuyo desfalco rebasó los 15 mil millones de pesos, pero justificó a Ovalle diciendo que este último “había sido engañado por sus subalternos”.

Increíble lo anterior, sobre todo para quien, durante una “mañanera” del año 2019, aseguraba que no hay persona mejor informada que el presidente de la república y que si había corrupción entre los funcionarios, “era porque el jefe, el presidente, estaba enterado”.

En los días que vivimos, el caso del “huachicol fiscal” operado por altos mandos de la Marina Armada de México nos pone sobre la mesa la enorme probabilidad de que no solo el general secretario del ramo con López Obrador, sino también este último, pudieran haber sido enterados y haber permitido el enorme peculado.

Imposible no reparar en las declaraciones del titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el pasado domingo declaró que Rafael Ojeda Durán, titular de la Marina en el sexenio obradorista, había denunciado “problemas” y que por ese motivo la Fiscalía General de la República se había adentrado en la investigación que hoy tiene por resultado la persecución de cuando menos 200 personas, entre militares, servidores públicos y empresarios.

Los hechos sobre tal ilícito empezaron a trascender a los altos mandos militares cuando Rubén Guerrero Alcántar, vicealmirante y exdirectivo de una aduana en Tamaulipas, redactó una carta que llegó a manos del general secretario Ojeda Durán, en la que señalaba directamente a Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, de encabezar una red de “huachicoleo fiscal”.

Los hermanos Farías, originarios de Guaymas, Sonora, son sobrinos de Ojeda Durán. Guerrero Alcántar fue asesinado el 8 de noviembre del 2024 en Manzanillo, Colima. El volcán de corrupción denunciado hizo erupción al descubrirse un buque con diez millones de litros de combustible introducido sin pagar impuestos en Tampico, Tamaulipas, el pasado mes de mayo, seguido de otros descubrimientos similares en Ensenada, Baja California, y el trascendido de que ese combustible había tocado la bahía de Guaymas en Sonora.

En sus declaraciones sobre el tema, Gertz Manero subrayó que cuando el general secretario Ojeda denunció “problemas en la Marina”, lo hizo en términos generales sin hacer referencia a sus sobrinos. A su lado, en esa conferencia de prensa del pasado domingo, el titular de seguridad pública, Omar García Harfuch, dijo que no se podía condenar a toda una institución por los errores cometidos por algunos de sus integrantes.

Horas después, en su “mañanera”, la presidenta Claudia Sheinbaum refrendó la defensa. Para el general exsecretario, recordando que lo importante era la investigación y, sobre todo, las pruebas para demostrar los dichos.

La lógica indica una posibilidad de involucrar a Rafael Ojeda Durán en el escándalo mayúsculo de los hermanos Farías Laguna y otros implicados; golpearía directamente la humanidad de López Obrador.

Es mucho más conveniente enviar el mensaje de ataque a la corrupción, aprehendiendo y enjuiciando a “peces menores”. Ahí se registra una diferencia con el pasado reciente.

Durante el sexenio 2018-2024 se cubrió la corrupción en vez de combatirla. En este sexenio de la presidenta Sheinbaum sí se está combatiendo la corrupción pero cuidando la imagen de quien ahora vive en Palenque.

Lo anterior significa la imposibilidad de señalar y encarcelar a un exsecretario en cualquiera de sus ramos.

Para el lado oficial, resultan muy lejanas y “casi en el olvido” aquellas palabras de AMLO en una de sus “mañaneras” del año 2019: “El presidente de México está enterado de todo lo que sucede y de las tranzas grandes que se llevan a cabo”.

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JALISCO

Carlos Urrea rescata a un héroe olvidado, presenta el libro «General Urrea: La Independencia de México»

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– Por Gabriel Ibarra Bourjac

Vale la pena leer la obra “El General Urrea y la Independencia de México” escrita por Carlos Urrea García Rulfo, descendiente directo del general José Cosme Urrea, motivado por una profunda necesidad de corregir las injusticias de la historia oficial, que a menudo relega a los márgenes a héroes como su antepasado.

Lo que comenzó como una exploración genealógica se transformó en una misión personal: desenterrar la verdad sobre un militar sonorense cuya valentía y estrategias marcaron la Independencia, la Guerra de Texas y la intervención estadounidense, pero cuya memoria fue opacada por figuras como Hidalgo o Santa Anna.

Carlos Urrea, sin formación como historiador, pero con la pasión de un narrador comprometido, vio en este olvido una oportunidad para reivindicar no solo a su familia, sino a todos los héroes que la narrativa centralista ha silenciado.

La motivación de Urrea se arraiga en la convicción de que la historia mexicana, fragmentada por divisiones entre liberales y conservadores, ha privilegiado a los protagonistas de la capital, dejando en la penumbra a los luchadores del noroeste, como José Cosme Urrea. Este general, nacido en 1797 en Tucson, desafió al poder central con su federalismo y su audacia, desde la toma del Palacio Nacional hasta sus victorias contra los estadounidenses.

Al descubrir documentos que revelaban detalles inéditos —como las tres esposas y los hijos del general, contradiciendo el mito de un hombre solitario—, Urrea sintió la urgencia de reescribir su relato, no para glorificarlo, sino para comprenderlo y devolverle su lugar en el panteón nacional.

En un México contemporáneo polarizado, donde las narrativas históricas se debaten entre el olvido y la manipulación, la obra de Urrea resuena como un acto de justicia. Su libro no solo rescata a un héroe olvidado, sino que entrelaza las luchas de ayer con las de hoy, recordándonos que la historia es un diálogo vivo.

Al dar voz a José Cosme Urrea, el autor invita a reflexionar sobre la unidad y la resistencia frente a las divisiones, ofreciendo lecciones de un pasado que sigue moldeando nuestra identidad.

UN DIÁLOGO CON EL PASADO

General Urrea invita a un diálogo con el pasado. En Guadalajara, cuna de independentistas como, este rescate fortalece la memoria colectiva, recordándonos que la historia se forja en los márgenes, esperando voces como la de Carlos Urrea para ser contada.

En el cálido abrazo del mes patrio, el salón de conferencias del Country Club de Guadalajara se convirtió en epicentro de una reflexión histórica profunda ante la presencia de amigos, familiares, académicos, empresarios y apasionados de la historia.

Nacido en 1797 en el Presidio Real de San Agustín del Tucsón, Urrea emerge en estas páginas como un estratega militar de primer orden, cuya valentía y rebeldía desafiaron a figuras como Antonio López de Santa Anna, contribuyendo de manera decisiva a la Independencia, la Guerra de Texas y la defensa contra la intervención estadounidense.

La maestra María Luisa Peña, editora y apasionada de las letras, recibió un aplauso unánime por su labor incansable. Con un ojo agudo para la gramática y la ortografía, Peña pulió el manuscrito desde el título hasta los detalles finales, transformando un borrador familiar en una obra de primer nivel. “María Luisa no solo corrige; revive”, afirmó el presentador, destacando cómo su rigor aseguró que cada capítulo respirara autenticidad.

Carlos Urrea, descendiente directo del general, tomó el podio con la humildad de quien desentierra un tesoro familiar. exregidor, diputado y exvicepresidente municipal de Guadalajara, Urrea no es historiador de profesión, pero su vocación lo ha llevado a publicar más de una docena de obras. Esta, su número 12, nació de un simple árbol genealógico: mientras exploraba sus antepasados, descubrió que José Cosme Urrea no era solo un pariente lejano, sino un pilar de la Independencia.

“Quería contar su historia apegada a la realidad”, explicó Urrea, recordando sus viajes al Archivo General de la Nación y al Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional. Allí, entre legajos polvorientos, reconstruyó la vida de un hombre que, desde joven, forjó su destino en los presidios sonorenses, ascendiendo de cadete a general mediante batallas que moldearon el noroeste mexicano.

La estructura del libro, alabada por el presentador, es un triunfo narrativo: dos líneas temporales entrelazadas que capturan la complejidad de Urrea. La principal, narrada por un cronista omnisciente, se adentra en su rol como gobernador de Durango, donde enfrentó la Guerra de Texas (1835-1836) y la intervención estadounidense (1846-1848). Aquí, Urrea brilla como defensor de la patria, capturando carretas enemigas y causando pérdidas millonarias a los invasores en al menos ocho batallas documentadas en periódicos de Monterrey.

La secundaria, en primera persona, rememora su juventud: desde su adhesión inicial al Ejército Realista hasta su giro hacia la Independencia, impulsado por Miguel Hidalgo en 1810. Hidalgo lo envió a saquear minas en Álamos y Rosario, Sonora, donde Urrea creció su tropa de 2,000 a 6,000 hombres, consolidándose en la batalla de Piazcla, cerca de Mazatlán, una de las primeras del norte en 1811.

Este doble hilo temporal no solo acelera el pulso de la lectura, sino que humaniza al general. Urrea describe con detalle las costumbres, vestimentas y paisajes del México decimonónico: los caminos secundarios por donde marchaba de noche para emboscar realistas, los campamentos ocultos en bosques sonorenses, los espías que le advertían de traiciones.

Las ilustraciones de Natalia Volver a Carvalho, con su sensibilidad artística, dan vida a estos escenarios, capturando la rudeza de los presidios y la tensión de las trincheras. Fuentes primarias, como las memorias del propio Urrea y actas eclesiásticas, anclan la ficción en la verdad, revelando un hombre casado tres veces —un hallazgo que obligó a Urrea a reescribir once capítulos tras creerlo soltero— y padre de varios hijos, lejos del mito solitario que la familia transmitía.

UN ACTO DE JUSTICIA HISTÓRICA

El presentador enfatizó las aportaciones del libro como un acto de justicia histórica. Primero, rescata a Urrea de las sombras: nacido en Tucson (hoy Arizona), hijo de un capitán que combatió indígenas en Sonora, Urrea ascendió en los presidios de San Rafael Buenavista, participando en el Plan de Casa Mata contra Iturbide y el sitio de San Juan de Ulúa.

Su rol en la Independencia, al lado de su padre —gobernador de Colotlán, Jalisco—, incluyó tácticas innovadoras en Zacatecas y Aguascalientes, donde evadió emboscadas realistas. Culminó en 1821 con la toma de Durango junto al Ejército Trigarante, forjando su filosofía inclusiva: “Vengo a gobernar para todos”, como gobernador de Durango y Sonora en múltiples periodos.

Segundo, el libro es un testimonio personal que evita la glorificación. Urrea, el autor, no busca canonizar a su ancestro, sino comprenderlo: un federalista que se rebeló contra el centralismo de Santa Anna, lanzando planes en 1837, 1839 y 1840 para restaurar la Constitución de 1824.

En la Guerra de Texas, su campaña invicta —cuatro batallas ganadas con sigilo nocturno— contrastó con el desastre de San Jacinto, donde Santa Anna dio “vacaciones” a su tropa, cayendo en emboscada de Sam Houston. Urrea, con 800 hombres, desafió órdenes del prisionero Santa Anna, proponiendo continuar la lucha, pero la inacción federal selló la pérdida de Texas, un territorio vasto como Francia.

Tercero, en un México que debate su memoria histórica —entre mitos prehispánicos y la herencia española—, esta obra es un ejercicio de diálogo. Como señaló el escritor, citando a historiadores como Rubén Salmerón, Urrea representa a los “olvidados”: no el cura Hidalgo ni el Siervo Morelos, sino el fronterizo que defendió el noroeste.

Su toma del Palacio Nacional en 1840, sin disparos, con Valentín Gómez Farías, y su guerrilla en 1846-1848 —capturando víveres en Monterrey y Saltillo— lo erigen como símbolo de resistencia. Patricia Roche Herring, en su biografía General José Cosme Urrea: His Life and Times (1993), ya lo pintaba como héroe entre Hidalgo y Mora, pero Urrea añade frescura con documentos inéditos, como periódicos regiomontanos que detallan sus victorias.

Durante su intervención, Carlos Urrea revivió la epopeya con anécdotas vívidas. “En 1810, oí voces de que Hidalgo se levantaba en Dolores, y los tambores de guerra sonaban”, evocó, describiendo cómo el joven Urrea, bajo órdenes de Hidalgo, asaltó minas en Álamos —donde su familia tenía raíces— y Rosario, apodado “El Meco” por sus tácticas. Acompañado por su padre, gobernador en Colotlán, aprendió a “caminar de noche, por veredas, para sorprender al enemigo”. En Piazcla, 1811, libró la primera gran batalla norteña, robando cañones y creciendo su hueste con personas que veían en la Independencia una causa justa.

La Guerra de Texas, para Urrea, es un capítulo de heroicidad truncada. Enviado por Santa Anna en 1835, marchó sigiloso, ganando cuatro encuentros con emboscadas al alba. Pero San Jacinto, 1836, fue la debacle: Santa Anna, “dando vacaciones” a su ejército, cayó ante Houston, perdiendo 600 hombres y Texas.

“Urrea quiso seguir luchando con 800 valientes, pero el gobierno lo abandonó”, lamentó el autor, citando el diario de Filisola, quien se negó a obedecer al prisionero Santa Anna. México, centralista y dividido por logias masónicas, dejó ir un territorio inmenso, prefiriendo politiquerías a la defensa.

Otro hito, la toma del Palacio Nacional en 1840, ilustra la audacia de Urrea: escapando de la Inquisición, capturó el edificio sin un tiro, reteniendo a Bustamante 15 días y firmando un armisticio con Gómez Farías. “La historia oficial lo mocha, pero documentos lo confirman”, aseguró Urrea.

En la intervención de 1846-1848, mientras Santa Anna perdía en Churubusco y Molino del Rey, Urrea guerrilleaba en el norte, emboscando convoyes y ganando ocho batallas, como atestiguan periódicos de Monterrey. “Es el único general que venció repetidamente a los invasores en terreno nacional”, proclamó, invitando a historiadores a profundizar.

EL MÉXICO DIVIDIDO ENTRE LIBERALES Y CONSERVADORES

El libro trasciende lo biográfico: cuestiona el centralismo que dividió a México entre liberales y conservadores, con gobernadores efímeros —dos por año en algunos estados— que impedían planes de obras públicas. Urrea, federalista, gobernó Durango y Sonora con inclusión, contrastando con la “vacilada” de políticos como Santa Anna. En un México actual polarizado, esta narrativa resuena: rescata no solo a un héroe, sino lecciones sobre unidad y estrategia ante divisiones externas, como las de Trump con el muro.

El autor cerró con un llamado: “Lean este libro para conocer a un fascinante personaje y reflexionar sobre poder, lealtad e identidad mexicana”. Carlos Urrea, emocionado, reiteró: “Mi lucha es meterlo en la historia; era un hombre limpio e integrador”.

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