MUNDO
Innovar no es una opción, es una necesidad: Pilar para el desarrollo económico y social en la era digital

Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En un mundo marcado por cambios acelerados, disrupciones tecnológicas y mercados globalizados, la Economía de la Innovación emerge como un paradigma indispensable para garantizar el crecimiento sostenible y la competitividad. Según el Foro Económico Mundial (2023), el 65% del PIB global estará vinculado a tecnologías digitales para 2030, lo que subraya la urgencia de adoptar estrategias innovadoras.
La digitalización y la aparición de tecnologías emergentes, la capacidad de innovar no es solo una ventaja competitiva, sino una necesidad imperante para países, empresas y organizaciones. La Economía de la Innovación se ha convertido en un eje central para el desarrollo económico y social en el siglo XXI.
La Economía de la Innovación se refiere a un sistema económico en el que la generación, difusión y aplicación de nuevos conocimientos y tecnologías son los principales motores del crecimiento. Según el Foro Económico Mundial, la innovación no se limita a la creación de nuevos productos o servicios, sino que abarca la mejora de procesos, la optimización de recursos, y la transformación de modelos de negocio y políticas públicas. En este sentido, la innovación es un proceso multidimensional que involucra a actores tanto del sector público como del privado.
La innovación puede ser incremental, es decir, mejoras graduales a productos o procesos existentes, o disruptiva, que implica cambios radicales que transforman mercados enteros. Un ejemplo de innovación disruptiva es la aparición de plataformas digitales como Uber o Airbnb, que han redefinido los sectores del transporte y la hospitalidad, respectivamente.
La Economía de la Innovación tiene implicaciones profundas en diversos ámbitos. En primer lugar, fomenta la competitividad. Las empresas que innovan pueden diferenciarse de sus competidores, ofrecer productos y servicios de mayor valor, y acceder a nuevos mercados. En segundo lugar, impulsa el crecimiento económico. Según el Banco Mundial, los países que invierten en investigación y desarrollo (I+D) y en educación tienden a experimentar tasas de crecimiento más altas y sostenibles.
Además, la innovación tiene un impacto significativo en el empleo. Si bien algunas tecnologías emergentes, como la automatización y la Inteligencia Artificial, pueden desplazar ciertos tipos de trabajos, también crean nuevas oportunidades laborales en sectores como la tecnología, la ingeniería, y los servicios avanzados. La clave está en la capacitación y la adaptación de la fuerza laboral a las nuevas demandas del mercado.
IMPLICACIONES Y BENEFICIOS DE LA INNOVACIÓN SISTÉMICA
Los beneficios de la Economía de la Innovación son múltiples. Para las empresas, la innovación puede traducirse en una mayor eficiencia operativa, reducción de costos, y aumento de la rentabilidad. Por ejemplo, la implementación de sistemas de gestión de calidad y herramientas de mejora continua, como Lean Manufacturing o Six Sigma, permite a las empresas optimizar sus procesos y eliminar desperdicios.
Para los gobiernos, la innovación es una herramienta poderosa para abordar desafíos sociales y económicos. Políticas públicas basadas en la innovación pueden mejorar la prestación de servicios públicos, como la salud y la educación, y fomentar el desarrollo de infraestructuras inteligentes. Además, la innovación puede ser un catalizador para la sostenibilidad ambiental, promoviendo el uso de energías renovables y tecnologías limpias.
Impacto Macroeconómico
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Crecimiento y Productividad: Un estudio del FMI (2023) correlaciona un aumento del 10% en inversión en I+D con un incremento del 3% en el PIB per cápita a mediano plazo.
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Competitividad Global: El Índice Global de Innovación (2023) muestra que las economías top (Suiza, EE.UU., Corea del Sur) comparten ecosistemas donde colaboran universidades, empresas y gobiernos.
Beneficios Sociales
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Empleo y Habilidades: La OCDE (2022) advierte que el 60% de los trabajos actuales requerirán reconversión hacia habilidades digitales para 2030.
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Inclusión y Desafíos: Aunque la innovación reduce costos (ej.: telemedicina), la brecha digital persiste. Según CEPAL, el 40% de latinoamericanos carece de acceso a banda ancha de calidad.
Implementación en Políticas Públicas
Estrategias Nacionales de Innovación: Países líderes como Estonia y Singapur han integrado la digitalización en su ADN gubernamental. Estonia, por ejemplo, digitalizó el 99% de sus servicios públicos, ahorrando el 2% de su PIB anual en burocracia (FEM, 2022).
Mecanismos Clave:
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Financiamiento a I+D: Corea del Sur invierte el 4.8% de su PIB en I+D, el mayor porcentaje global (Banco Mundial, 2023).
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Educación STEM (Science, Technology, Engineering, and Mathematics) y Alfabetización Digital: Finlandia reformó su sistema educativo en 2016 para priorizar pensamiento crítico y programación desde primaria.
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Regulación Ágil: La Unión Europea implementó el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) para equilibrar privacidad e innovación.
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Desafíos en Países en Desarrollo: La CEPAL identifica tres brechas en América Latina: infraestructura digital limitada, financiamiento insuficiente en startups (solo el 5% del total global) y marcos regulatorios fragmentados.
IMPLEMENTACIÓN EN POLÍTICAS PÚBLICAS
La implementación de la Economía de la Innovación en políticas públicas requiere un enfoque integral que involucre a múltiples actores. Los gobiernos deben crear un entorno propicio para la innovación, lo que incluye la inversión en I+D, la promoción de la educación y la capacitación, y la creación de marcos regulatorios que fomenten la competencia y la colaboración entre el sector público y el privado.
Un ejemplo destacado es el caso de Finlandia, que ha logrado posicionarse como uno de los países más innovadores del mundo. El gobierno finlandés ha implementado políticas que promueven la colaboración entre universidades, empresas y centros de investigación, y ha invertido significativamente en educación y tecnología. Como resultado, Finlandia ha desarrollado un ecosistema de innovación robusto y funcional que ha impulsado su notable crecimiento económico y bienestar social.
Otro caso de estudio es el de Corea del Sur, que ha transformado su economía en las últimas décadas gracias a una estrategia basada en la innovación. El gobierno surcoreano ha invertido fuertemente en I+D, especialmente en sectores como la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC), y ha fomentado la creación de conglomerados empresariales, como Samsung y LG, que son líderes globales en innovación.
IMPLEMENTACIÓN EN LAS EMPRESAS
En el ámbito empresarial, la Economía de la Innovación debe ser parte integral de la planeación estratégica. Las empresas deben rediseñar sus procesos, desde los estratégicos y de gestión, hasta los operativos y de soporte, para incorporar la innovación en todas sus actividades. Esto implica la adopción de sistemas de gestión de calidad, como ISO 9001, y la implementación de herramientas de mejora continua, como el ciclo PDCA (Plan-Do-Check-Act).
Además, las empresas deben establecer sistemas de indicadores para el seguimiento y evaluación de sus iniciativas de innovación. Estos indicadores pueden incluir métricas como el porcentaje de ingresos derivados de nuevos productos, el tiempo de lanzamiento al mercado, y la satisfacción del cliente. La cultura de la mejora continua es fundamental para mantener la competitividad en un entorno cambiante.
Un caso de estudio relevante es el de Tesla, que ha revolucionado la industria automotriz a través de la innovación. Tesla no solo ha desarrollado vehículos eléctricos de alto rendimiento, sino que ha innovado en su modelo de negocio, ofreciendo actualizaciones de software remotas y construyendo una red global de estaciones de carga. Esta estrategia ha permitido a Tesla mantenerse a la vanguardia en un sector altamente competitivo.
IMPORTANCIA DE LA DIGITALIZACIÓN
La digitalización es un componente clave de la Economía de la Innovación. Tanto en las empresas como en los gobiernos, la adopción de tecnologías digitales es esencial para mejorar la eficiencia, la transparencia, y la capacidad de respuesta ante los cambios del mercado. La digitalización permite la automatización de procesos, la recopilación y análisis de datos en tiempo real, y la creación de nuevos modelos de negocio basados en plataformas digitales.
En el sector público, la digitalización puede transformar la prestación de servicios. Por ejemplo, Estonia ha implementado un sistema de gobierno digital que permite a los ciudadanos acceder a servicios públicos en línea, desde la declaración de impuestos hasta la votación en elecciones. Este enfoque ha mejorado la eficiencia del gobierno y ha aumentado la satisfacción ciudadana.
En el sector privado, la digitalización es fundamental para la competitividad. Las empresas que adoptan tecnologías digitales, como la Inteligencia Artificial, el big data, y el internet de las cosas (IoT), pueden optimizar sus operaciones, personalizar sus ofertas, y anticiparse a las necesidades del mercado. Un ejemplo es Amazon, que ha utilizado la digitalización para crear un ecosistema de comercio electrónico que integra logística, almacenamiento, y entrega, ofreciendo una experiencia de compra sin igual.
TECNOLOGÍAS EMERGENTES Y ADAPTACIÓN
El surgimiento de tecnologías emergentes, como la Inteligencia Artificial (IA), la blockchain, y la biotecnología, está redefiniendo los modelos económicos y creando nuevas oportunidades de negocio. Sin embargo, la adopción de estas tecnologías requiere celeridad y adaptabilidad. Las empresas y los gobiernos que no se adapten a estas nuevas realidades corren el riesgo de quedarse atrás.
La Inteligencia Artificial, por ejemplo, está transformando sectores como la salud, las finanzas, y la manufactura. En la salud, los algoritmos de IA pueden analizar grandes volúmenes de datos médicos para diagnosticar enfermedades y recomendar tratamientos personalizados. En las finanzas, la IA se utiliza para detectar fraudes y optimizar carteras de inversión. En la manufactura, la IA permite la automatización de líneas de producción y la predicción de fallos en maquinaria.
La blockchain, por su parte, está revolucionando la forma en que se realizan transacciones y se gestionan datos. Esta tecnología ofrece transparencia, seguridad, y descentralización, lo que la hace ideal para aplicaciones en sectores como la logística, la cadena de suministro, y los servicios financieros. Un ejemplo es el uso de blockchain en la trazabilidad de productos, permitiendo a los consumidores verificar el origen y la autenticidad de los bienes que compran.
La Economía de la Innovación ya no es opcional, es un pilar fundamental para el desarrollo económico y social en la era digital. Su implementación en políticas públicas y en la planeación estratégica de las empresas puede impulsar el crecimiento sostenible, mejorar la competitividad, y abordar desafíos sociales y ambientales.
Los gobiernos deben actuar como facilitadores, invirtiendo en infraestructura digital y educación. En las empresas, adoptar una mentalidad ágil, midiendo no solo ganancias, sino capacidad de adaptación. Según el FEM, el 70% del valor económico futuro provendrá de modelos hoy incipientes, la disrupción es la única constante. La digitalización y la adopción de tecnologías emergentes son componentes esenciales de esta economía, y su rápida adopción es crucial para adaptarse a los cambios acelerados del mercado.
Ejemplos de países como Finlandia, Corea del Sur, Estonia, y empresas como Tesla, Amazon, Shein, ilustran cómo la innovación puede transformar economías y sectores enteros. Sin embargo, el éxito de la Economía de la Innovación depende de la colaboración entre gobiernos, empresas, y sociedad civil, así como de la creación de un entorno propicio para la innovación. En un mundo en constante evolución, la capacidad de innovar no es solo una opción, sino una necesidad imperante para garantizar un futuro próspero y sostenible.
MUNDO
Cónclave: Ganan terreno los moderados ante los radicales

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
Este miércoles 7 de mayo inicia el Cónclave para elegir al nuevo Papa, cumpliendo con las normas vaticanas que establecen que debe comenzar entre 15 y 20 días después del fallecimiento del Papa, ocurrido el pasado 21 de abril de 2025.
El Cónclave arranca con una misa en la Basílica de San Pedro, seguida del ingreso de los cardenales electores a la Capilla Sixtina, donde quedarán aislados bajo estrictas medidas de secreto. Actualmente, 133 cardenales menores de 80 años participarán en las votaciones, que requieren una mayoría de dos tercios para elegir al nuevo Pontífice. ¿Quiénes son los favoritos para suceder a Francisco?
Entre los perfiles que dividen al Colegio Cardenalicio, los progresistas tienen ventaja numérica, ya que Francisco nombró al 80% de los electores, pero los conservadores y moderados también buscan influir. La gran interrogante es qué tipo de Papa buscan los cardenales: un perfil radical, ya sea progresista o conservador, podría fracturar a la Iglesia Católica, por lo que los moderados ganan terreno como opción de consenso.
El favorito es el cardenal italiano Pietro Parolin, de 70 años, actual secretario de Estado del Vaticano. Considerado un candidato de continuidad moderada respecto al legado de Francisco, Parolin destaca por su experiencia diplomática y su capacidad para unir facciones, aunque algunos cuestionan su falta de carisma y experiencia pastoral directa. Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, lo señala como el principal contendiente y un «candidato de unidad» por su enfoque pragmático.
Otro nombre destacado es el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, apodado «el Francisco asiático». Exarzobispo de Manila y actual jefe del Dicasterio para la Evangelización, Tagle es popular entre los progresistas por su apertura hacia la comunidad LGBTQ+ y su énfasis en la justicia social. Con el respaldo de los cinco cardenales filipinos, su candidatura podría hacer historia al convertirse en el primer Papa asiático.
Del lado conservador, el cardenal húngaro Péter Erdő, de 72 años, arzobispo de Esztergom-Budapest, emerge como favorito. Respetado intelectual con doctorados en teología y derecho canónico, Erdő defiende la ortodoxia doctrinal, oponiéndose a las bendiciones de parejas del mismo sexo y a la comunión para divorciados vueltos a casar. Su experiencia en dos cónclaves previos y sus conexiones con cardenales europeos y africanos lo posicionan como un posible candidato de compromiso para los conservadores.
Otros nombres que resuenan entre los 133 cardenales electores son el cardenal francés Jean-Marc Aveline, de 66 años, arzobispo de Marsella, y el cardenal italiano Matteo Zuppi, de 69 años, arzobispo de Bolonia. Aveline, considerado el favorito de Francisco, destaca por su enfoque en la inmigración y el diálogo interreligioso, aunque su cautela sobre las bendiciones a parejas del mismo sexo podría limitar su apoyo entre los progresistas. Zuppi, por su parte, es un progresista conocido por su labor como enviado de paz de Francisco en Ucrania y su inclusividad hacia parejas del mismo sexo, además de su trabajo con los marginados.
Desde África, el cardenal ghanés Peter Turkson, de 76 años, y el cardenal congoleño Fridolin Ambongo Besungu, de 65 años, representan opciones con posturas más tradicionales. Turkson, defensor de la justicia social y el medio ambiente, podría convertirse en el primer Papa negro en siglos. Ambongo, un líder outspoken en África, critica abiertamente la corrupción y el statu quo, pero su conservadurismo en temas como las bendiciones a parejas homosexuales podría generar división.
Pronto conoceremos al nuevo Papa y líder de la Iglesia Católica, que representa a más de 1,400 millones de fieles en el mundo. La fumata blanca y el anuncio del «Habemus Papam» marcarán el inicio de un nuevo capítulo para la Iglesia.
MUNDO
La moderación sobre el radicalismo

Opinión, por Miguel Anaya //
Durante años, en muchos rincones del mundo, la política pareció perder el centro. Ante el desencanto con partidos tradicionales y líderes que parecían cada vez más desconectados de las necesidades reales de la población, surgieron figuras que ofrecían rupturas radicales. Hombres y mujeres que hablaban con fuerza, que desafiaban las reglas, que prometían sacudir el sistema.
Y durante un tiempo, muchos ciudadanos, cansados de discursos acartonados que no resolvían de fondo las cosas, votaron candidaturas radicales.
El fenómeno no fue exclusivo de una región. En Estados Unidos, Donald Trump desafió el statu quo con un estilo confrontativo que rompió moldes. En Argentina, Javier Milei llegó a la presidencia con un discurso antisistema que canalizó la frustración de millones. En Italia, Giorgia Meloni representó un giro radical con raíces nacionalistas profundas, incluso en Nuevo León se eligió a Samuel García. Estas victorias compartían un mismo origen: la idea de que la política tradicional había fallado.
No solo fueron los errores de gestión o la corrupción los que abrieron paso a este péndulo hacia los extremos. También influyó la imposición de ciertas visiones ideológicas que no terminaron de convencer a la mayoría. Muchos ciudadanos sintieron que los discursos públicos dejaron de reflejar sus inquietudes reales, que los gobiernos se ocupaban más de debates abstractos que de cosas concretas: el precio de los alimentos, la calidad de la educación, la inseguridad en las calles. Ante eso, muchos decidieron voltear al extremo, al que gritaba más fuerte, al que prometía barrer con todo, al que hacía más espectáculo.
Pero esa misma fuerza que los llevó al poder, en muchos casos, también los expuso. Las promesas imposibles, el tono agresivo, la falta de resultados tangibles, los shows montados cada vez más vacíos, terminaron desilusionando a buena parte de sus electores. Poco a poco comenzó el retorno a la moderación. No como una vuelta nostálgica al pasado, sino como una necesidad práctica.
La reciente elección en Canadá es un reflejo claro de este giro. Contra lo impensable hace apenas unas semanas, el liberal Mark Carney, un tecnócrata sin experiencia electoral, venció al conservador Pierre Poilievre, quien había liderado las encuestas durante meses con un discurso duro, directo y populista.
Carney no es un político de carrera, es un economista de prestigio internacional, exgobernador de los bancos centrales de Canadá y del Reino Unido. Su estilo no es carismático ni electrizante. Pero en un momento en que el país enfrenta incertidumbres económicas y tensiones diplomáticas, su figura representó algo muy valioso: confianza, estabilidad y claridad.
Poilievre, por su parte, apostó por una narrativa confrontativa. Atacó al gobierno saliente, prometió recortes masivos y se mostró abiertamente cercano a la agenda trumpista. En tiempos recientes, eso había sido una receta ganadora. Pero esta vez la estrategia no funcionó. La gente no quiso más ruido.
Esa reacción del electorado canadiense no es un hecho aislado. En Francia, el presidente Macron logró frenar a los radicales. En España, el PSOE logró mantener el poder pese a la presión de una coalición entre conservadores y extremistas. Incluso en países donde estas opciones si ganaron las elecciones, hoy enfrentan desgaste acelerado.
¿Por qué? Porque la gente quiere vivir en paz. Quiere que la política se ocupe de lo importante: la salud pública, la educación, la seguridad en las calles, la posibilidad de tener un empleo digno. Ni la revolución constante ni el inmovilismo absoluto ofrecen eso. El equilibrio sí.
La mesura no es una debilidad. Es una forma de reconocer la complejidad del mundo. Gobernar así es difícil, porque implica negociar, escuchar, ceder a veces. Pero también es la única forma sostenible de liderar sociedades diversas y modernas sin vivir en conflicto permanente. Las sacudidas son importantes, pero no se puede vivir en la incertidumbre constante (las caídas de las bolsas de Nueva York nos lo muestran claramente).
Lo de Canadá es una historia que vale la pena contar, no porque sea espectacular, sino precisamente porque no lo es. Es el relato de una sociedad que eligió con la cabeza fría, que prefirió a alguien que no buscó incendiar el país, sino repararlo. Cuando se apagan los gritos y las luces de la espectacularidad, lo que queda son las decisiones y acciones que realmente cambian la vida de las personas.
Quitemos el show de la política, de las decisiones públicas. Pensemos en sociedad, en agendas que favorezcan a la mayoría a largo plazo, seamos empáticos, construyamos desde la comunidad y desde el entendimiento. No es una receta mágica, es un remedio lógico.
MUNDO
God bless you, Mr. Trumpapa

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
A quienes los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco, sentenciaron los griegos antiguos. Si aunamos la soberbia, la locura a la estupidez, podremos comprender la foto que la cuenta oficial del presidente Donald Trump publicó, en la que aparece como el nuevo Papa.
Burlarse de las creencias de la gente, sea cual fuere su religión, no es cualquier cosa. La reacción de los católicos a lo que se considera una blasfemia es una de las primeras manifestaciones de rechazo.
¿En qué cabeza cabe hacer este tipo de “chistosadas”? No es un meme que “alguien” publicó. Proviene de una cuenta oficial de Trump. En momentos donde todavía la grey católica mundial llora la muerte del Papa Francisco y en espera que se nombre al nuevo Vicario de Cristo, se antoja que, efectivamente, lo haya confeccionado y aprobado un loco, ensoberbecido por el poder del imperio otrora amo del mundo.
Roma comenzó su decadencia con los emperadores insanos, con Tiberio a la cabeza; enseguida otro no menos “zafado” como lo fue Calígula; Nerón, el piromaníaco incestuoso con su propia madre; Cómodo, el narcisista, también incestuoso con su propia hermana y el adolescente Heliogábalo, señalado como pedófilo, homosexual, sátiro y que se propuso imponer a su Dios (él nació en Siria y fue proclamado emperador a los 14 años) por encima de los dioses romanos.
¿A qué viene todo esto? Al imperio yanqui, otrora dueño del planeta, sólo le faltaba un “emperador” de la talla de los antes señalados para comprobar la decadencia que vive este “reino” en estos tiempos.
Esta pifia no va a pasar desapercibida. No es una “bromita” cualquiera. Es una declaración de guerra en contra de los católicos y en Estados Unidos de Norteamérica hay millones, sobre todo los de origen irlandés, italiano y latinoamericano.
José Saramago, escritor portugués, escribió en uno de sus geniales textos: “Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero ‘el factor Dios’ está presente en la vida como si, efectivamente, fuese dueño y señor de ella. No es un Dios, sino ‘el factor Dios’ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden la bendición divina para América (la de Estados Unidos, no la otra).
Y fue el factor Dios lo que se transformó el dios islámico, que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones suicidas contra los desprecios y en venganza por las humillaciones sufridas por creer en ese dios.
Ese factor Dios es terriblemente igual en todos los seres humanos, dondequiera que estén y sea cual fuere la religión que profesen. Ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a la intolerancia más sórdida, que solo respeta aquello que se le manda creer; el que, después de presumir haber hecho de la bestia un hombre, terminó por hacer del hombre una bestia.
Esa “bestialidad” del hombre surge al volverse irracional y una de las condicionantes para perder la mesura es que “alguien” se atreva a burlarse de su dios, de su religión, de su clero.
Ahmed Salman Ruashdie, escritor hindú, de nacionalidad inglesa, sufrió por años el claustro obligado, luego de la sentencia de muerte que le fue proferida por los altos clérigos islámicos, quienes consideraron que su libro Versos Satánicos atentaba en contra del Islam.
En México no cantamos mal las rancheras. La guerra cristera se dio por varios y variados factores que motivaron a los católicos, sobre todo a los de la zona de Los Altos de Jalisco y el Bajío.
Muerte, destrucción, barbarie, fueron los resultados de esta guerra en la que participaron incluso sacerdotes católicos que desestabilizó la paz social en los años 20.
Donald Trump no es ningún comediante. Adolece de humor y no tiene vis cómica. Por tanto, su gracejada no será sólo anecdótica. Tendrá consecuencias políticas, sociales y quizá hasta económicas.
La grey católica no dejará pasar la oportunidad de arremeter contra Donald. Esa irreverencia, esa blasfemia (así la consideran los católicos) ha dolido en lo más profundo de la sensibilidad de los creyentes.
Entonces, bajo esa óptica, el imperio de los Estados Unidos de Norteamérica ya tiene su “emperador” demente. Ya solo falta ver cómo y cuándo se derrumba, y no por el escándalo que ha generado su meme donde aparece como el Papa, sino por las “locuras” económicas que ha impuesto “su majestad” y que -dicen los enterados de la economía- habrán de regresarse con creces y de manera destructiva a su nación.
¿No tendrá Donald Trump alguien con mediana inteligencia en su staff de asesores como para que le adviertan que su soberbia, su demencia le acarreará la perdición, no solo a su persona, sino a su país? Ahí se deja esa interrogante.
God bless you, Mr. Trumpapa.
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