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OPINIÓN

El costo de ser oposición

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Luchas Sociales, por Mónica Ortiz //

Dos situaciones delicadas eclipsan Jalisco en este 2020, el escenario en materia de salud en el país y el Estado, debido a la desaparición del seguro popular y la llegada del recién creado Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), con el objetivo de centralizar los servicios de salud para los ciudadanos en el país que no cuentan con IMSS o seguros médicos privados; la otra es que nuestro Estado sigue siendo territorio inseguro y violento aunque lo sabemos quienes lo habitamos, es más importante para el gobierno del Estado a cargo de Enrique Alfaro Ramírez, busque salvar el honor mediante la negación de las cifras de desaparecidos y llevar ambas realidades a la confrontación, como siempre a la justificación del ataque político y no a la realidad de gobernar sin partidos y para la sociedad como tanto lo predicó.

El sistema de salud pública en el país, como toda institución gubernamental ha estado rodeada de corrupción, desabasto y falta de humanidad, quizás la intención del gobierno de Andrés Manuel López Obrador de centralizar y unificar los servicios de salud en México con la desaparición del seguro popular no sea una mala estrategia, el problema es su forma de realizar los proyectos gubernamentales sin estudios, transición y valoración, ni el tiempo apropiado para una transformación que como cualquier política pública en etapa de aplicación, debe tener ajustes y reajustes durante el proceso inicial, para que esta pueda ser aplicada cumpliendo su objetivo y finalidad, siempre en beneficio de toda la sociedad y no de la política o los presupuestos gubernamentales.

En este sentido lo que se avecina es la caída del sistema de salud en el país, para los que menos tienen las posibilidades económicas y sufren la constante indiferencia de las autoridades, entre guerras políticas de los estados que no son morenistas y que por obvias realidades deberán oponerse a lo realizado por el gobierno federal, mientras miles de personas enfrenta angustia e incertidumbre en materia de servicios médicos de primer y segundo nivel, otras tantas se verán seriamente afectadas en sus diagnósticos y tratamientos que realizaban mediante el seguro popular, por asuntos de oposición política y mala planeación de estrategias gubernamentales.

Sin embargo, tenemos un gobierno estatal y federal que buscan naturalmente crear sus políticas para dejar empedrado el camino a sus posibles predecesores, ya que están instaurando sus propios círculos de poderío político que llegan a los gobiernos para intentar la durabilidad de sus grupos y mantener los gobiernos de su color; no tenemos en México gobiernos y políticos sanos preocupados por la población y la completa satisfacción de generar un buen gobierno, tenemos quienes están en el poder como siempre endulzándonos el oído o bien tratándonos de hacer sentir seguridad a gritos, cuando el resultado es el imperio político y económico que están fundando, cuyo único fin es el poder.

La situación que vive el país en materia gubernamental, deberá ser analizada a profundidad por cada ciudadano sin la pasión política que nos ha hecho engrandecer enérgicos imperios políticos que han llenado el país de corrupción e impunidad; ¿han llegado realmente los buenos? entregados y serviles a la sociedad o tenemos a aquellos que en un golpe de hartazgo, les dio como juego de azar la oportunidad de ser gobierno y cumplir con deberes constitucionales, sociales y gubernamentales. ¿Tenemos Gobiernos, realmente distintos?

Jalisco al parecer seguirá enfrentado graves problemas de inseguridad, violencia y desapariciones negadas y refutadas bajo la duda de las estadísticas, más un grave panorama de servicios básicos de salud al no aceptar firmar acuerdo para INSABI por argumentos políticos de oposición o de recortes de presupuestales, sin ofrecer alguna solución a lo que pronto será una crisis de salud, dentro de un enfoque social o bien una estrategia estatal que genere certidumbre a aquellos que tenían como servicio de salud al seguro popular.

Habrá entonces que evaluar a conciencia, sí queremos un Jalisco fuera de todo escenario federal por ser oposición, sin presupuesto federal solo existe para usarlo de pretexto para no lograr objetivos gubernamentales como la mejor justificación; la transición de estos nuevos gobiernos no nos tienen en mejor situación social, su afán por cambiar estructuras e instituciones creadas por gobiernos del PRI y el PAN los mantienen en etapas de prueba y error, repletos de formas de justificarse sin responsabilidad, mientras nosotros seguimos esperando altas condiciones en políticas públicas efectivas, desarrollo, economía y un país libre de corrupción, impunidad o grupos de poder ¿Vamos a lo mismo?.

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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NACIONALES

Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

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– De Primera Mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín

UNA DE LAS evidencias de que el sistema político del México de nuestros días es parecido al PRI hegemónico de hace 50 años es el combate a la corrupción de acuerdo a intereses políticos del grupo en el poder, con una gran diferencia ahora: Los funcionarios de primer nivel son intocables.

No hubo un solo presidente de la república de aquel viejo PRI, que no impusiera su voluntad y enviara un mensaje a la clase política de que había un nuevo líder en Los Pinos. Las demostraciones incluían cárcel para figuras de alto nivel. Así, estuvieron tras las rejas el senador Jorge Díaz Serrano, director de PEMEX, con el presidente José López Portillo, varios gobernadores y hasta un hermano del presidente Carlos Salinas, Raúl.

A partir del año 2018, el hombre que tuvo como lema de campaña presidencial el ataque a la corrupción, Andrés Manuel López Obrador, en los hechos cubrió a los corruptos de primerísimo nivel.

Solo dos botones de muestra: Ignacio Ovalle Fernández, director de SEGALMEX, y Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad. Aplicó la máxima de Benito Juárez: “A los amigos, perdón y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.

Entre los enemigos actuó contra Emilio Lozoya, director de PEMEX con el presidente Peña Nieto, acusado de haber recibido sobornos de una empresa petrolera del Brasil, pero al final del día su gobierno acordó y el acusado está en casa.

El cinismo de AMLO incluyó su admisión de la existencia de corrupción en Segalmex, cuyo desfalco rebasó los 15 mil millones de pesos, pero justificó a Ovalle diciendo que este último “había sido engañado por sus subalternos”.

Increíble lo anterior, sobre todo para quien, durante una “mañanera” del año 2019, aseguraba que no hay persona mejor informada que el presidente de la república y que si había corrupción entre los funcionarios, “era porque el jefe, el presidente, estaba enterado”.

En los días que vivimos, el caso del “huachicol fiscal” operado por altos mandos de la Marina Armada de México nos pone sobre la mesa la enorme probabilidad de que no solo el general secretario del ramo con López Obrador, sino también este último, pudieran haber sido enterados y haber permitido el enorme peculado.

Imposible no reparar en las declaraciones del titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el pasado domingo declaró que Rafael Ojeda Durán, titular de la Marina en el sexenio obradorista, había denunciado “problemas” y que por ese motivo la Fiscalía General de la República se había adentrado en la investigación que hoy tiene por resultado la persecución de cuando menos 200 personas, entre militares, servidores públicos y empresarios.

Los hechos sobre tal ilícito empezaron a trascender a los altos mandos militares cuando Rubén Guerrero Alcántar, vicealmirante y exdirectivo de una aduana en Tamaulipas, redactó una carta que llegó a manos del general secretario Ojeda Durán, en la que señalaba directamente a Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, de encabezar una red de “huachicoleo fiscal”.

Los hermanos Farías, originarios de Guaymas, Sonora, son sobrinos de Ojeda Durán. Guerrero Alcántar fue asesinado el 8 de noviembre del 2024 en Manzanillo, Colima. El volcán de corrupción denunciado hizo erupción al descubrirse un buque con diez millones de litros de combustible introducido sin pagar impuestos en Tampico, Tamaulipas, el pasado mes de mayo, seguido de otros descubrimientos similares en Ensenada, Baja California, y el trascendido de que ese combustible había tocado la bahía de Guaymas en Sonora.

En sus declaraciones sobre el tema, Gertz Manero subrayó que cuando el general secretario Ojeda denunció “problemas en la Marina”, lo hizo en términos generales sin hacer referencia a sus sobrinos. A su lado, en esa conferencia de prensa del pasado domingo, el titular de seguridad pública, Omar García Harfuch, dijo que no se podía condenar a toda una institución por los errores cometidos por algunos de sus integrantes.

Horas después, en su “mañanera”, la presidenta Claudia Sheinbaum refrendó la defensa. Para el general exsecretario, recordando que lo importante era la investigación y, sobre todo, las pruebas para demostrar los dichos.

La lógica indica una posibilidad de involucrar a Rafael Ojeda Durán en el escándalo mayúsculo de los hermanos Farías Laguna y otros implicados; golpearía directamente la humanidad de López Obrador.

Es mucho más conveniente enviar el mensaje de ataque a la corrupción, aprehendiendo y enjuiciando a “peces menores”. Ahí se registra una diferencia con el pasado reciente.

Durante el sexenio 2018-2024 se cubrió la corrupción en vez de combatirla. En este sexenio de la presidenta Sheinbaum sí se está combatiendo la corrupción pero cuidando la imagen de quien ahora vive en Palenque.

Lo anterior significa la imposibilidad de señalar y encarcelar a un exsecretario en cualquiera de sus ramos.

Para el lado oficial, resultan muy lejanas y “casi en el olvido” aquellas palabras de AMLO en una de sus “mañaneras” del año 2019: “El presidente de México está enterado de todo lo que sucede y de las tranzas grandes que se llevan a cabo”.

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JALISCO

¿Legalidad? pero sin integridad

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– Opinión, por Gabriel Torres Espinoza

¿Por qué se critica tanto al Tribunal de Justicia Administrativa (TJA)? Porque se ha transformado en fábrica de sentencias “ajustadas a derecho”, ¡pero profundamente injustas! Asisten al ‘indebido proceso’ y ceden al “daño patrimonial” causado por los ‘desarrolladores’.

Los derechos colectivos —aire limpio, agua, movilidad, biodiversidad— se reducen a bienes menores, sacrificables en nombre de una supuesta certeza jurídica para el ‘inversionista’.

Lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos recordó es que tienen la obligación jurídica de prevenir, mitigar y remediar daños ambientales por su impacto directo en los derechos humanos.

Bajo esa luz, cada fallo del TJA que antepone la rentabilidad de un fraccionamiento sobre la preservación de un bosque o de un área natural protegida, no es solo un despropósito local, sino una violación a compromisos internacionales y a los derechos fundamentales de la ciudadanía.

La prensa ha documentado el incremento de litigios contra la planeación urbana, hasta el punto de que este Tribunal se tornó en el espacio donde los corruptores desfilan a desmontar planes de desarrollo, debilitando la ordenación del territorio con fachada de legalidad. Se trata de un tribunal que privilegia la letra procesal, sobre el sentido integral de la planeación. Lo que se produce es una ciudad fragmentada, desigual, en la que cada vez es más difícil trasladarse y vivir.

La responsabilidad social de este Tribunal es mayor, pues el TJA es la última instancia. Las decisiones que dicta son definitivas y obligatorias. Sus resoluciones no pueden recurrirse, y sus magistrados no rinden cuentas a nadie. Allí donde se concentra el poder de decidir el futuro urbano, se concentra también la tentación de la corrupción.

Por eso el TJA no solo refleja, sino que encarna hoy el mayor riesgo estructural para el derecho a la ciudad y al medio ambiente, porque cada vez que dicta una sentencia que habilita lo prohibido, que desprotege los recursos naturales, destruye algo más que territorio; destruye la confianza en la idea misma de justicia. Su propia legitimidad social.

Los jueces no deben limitarse a aplicar reglas, sino decidir con base en principios que aseguren el bien superior a la ciudad. La legalidad, sin integridad, degrada la justicia. Básicamente, porque transforma el tribunal en una coraza de impunidad.

En este órgano jurisdiccional, hemos visto cómo se ha vuelto norma la confusión entre legalidad procedimental y justicia, con resoluciones fundadas y motivadas en lo formal, pero que producen resultados injustos y muy lesivos para la sociedad.

Sentencias “apegadas a derecho” que, sin embargo, devastan áreas naturales, desmantelan planes urbanos, causan más colapso vial y profundizan la desigualdad. No perdamos de vista que esa sociedad, la que sufre las consecuencias, es justamente la que dotó a estos magistrados de su investidura, y a la que debieran rendir cuentas, a través de los poderes constituidos de Jalisco.

La diferencia entre un tribunal de justicia y uno de derecho se vuelve aquí fundamental. El primero busca armonizar la norma con el desarrollo sustentable de la ciudad; el segundo la aplica sin importar que destruya bosques, colapse vialidades o afecte a comunidades enteras.

El primero protege a la ciudad; el segundo protege contratos y escrituras privadas. El primero es garante de ciudadanía; el segundo, como en Jalisco, es agente de plusvalía y el principal agente corruptor contra el ordenamiento territorial.

A la luz de las actuaciones del TJA, surge hoy una pregunta colectiva, inevitable y perturbadora: ¿Cuál es la utilidad social de un tribunal del que debemos defendernos todos para poder preservar la ciudad? Si el órgano llamado a garantizar justicia es el principal mecanismo de despojo legalizado; si en lugar de proteger a la colectividad protege a los desarrolladores; si en vez de equilibrar el interés privado con el bien común se ha dedicado a corroerlo, entonces su existencia no responde al poder público, sino a los negocios que lo corrompen.

Un tribunal así no es garante de derechos, ni de justicia administrativa; sino una auténtica amenaza permanente contra ellos, misma que estaríamos obligados a enfrentar como sociedad, y desde el gobierno.

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